Por un momento, Margriet van Weenen (39) de Groningen pensó que se estaba muriendo en el Noorderlicht, el velero que la llevó a ella y a otras personas desde Spitsbergen a Harlingen. Estaba mareada. Acostarse era la única opción. Y luego, de repente, su cuerpo se adaptó. “De repente, podía volver a caminar sobre la cubierta como si nada”, dice con una sonrisa mientras mira su video de un mar embravecido con un arcoíris encima.