Este noventa y tantos sospecha que años jugando al ping-pong han mantenido su mente más joven que la de muchos de sus compañeros. Los reflejos necesarios para devolver las pelotas le ayudan, dice, a conservar su permiso de conducir en su vejez. “Todavía tengo pocos problemas para conducir. Todavía voy en coche al club cada vez. Para jugar al tenis de mesa siempre hay que prestar mucha atención y agacharse mucho para recoger las pelotas”, se ríe Leen.
Por lo tanto, el miembro más veterano del club no tiene planes de abandonar su mayor afición. En secreto espera vivir el centenario de su TTV dentro de diez años. “¿Si lo lograré? ¿Quién sabe? Pero mientras pueda subirme al coche, iré al tenis de mesa”.