El león, amable y simpático, de Piazza Affari ha dejado de rugir. Con Attilio Ventura, fallecido a la edad de 86 años, desaparece una parte de la vida pública italiana y la energía histórica de Milán. Attilio Ventura, corredor de bolsa, fue presidente del comité directivo de la Bolsa de Valores Italiana de 1988 a 1992 y, de 1993 a 1997, fue presidente del Consejo de la propia Bolsa de Valores.
Ventura encarnó un mundo que ya no existe y un mundo que todavía existe. Ésta es su peculiaridad histórica, unida a su estilo personal divertido y redondo, duro pero siempre minimizador, duro y al mismo tiempo mediador, según el ritual milanés de humanidad y profesionalidad inseparables que caracterizó al primer mundo, el del “salón de “gritos” en los que el joven Ventura creció y se hizo adulto, transformándose en una personalidad estimada y respetada: la Piazza Affari del legendario Aldo Ravelli, íntimo amigo de su padre Riccardo, y de Antonio Foglia, el alumno activo de Luigi Einaudi en Bolsa desde 1919 y fundador de la dinastía bancaria, de Renato Cantoni y Umberto Aletti, de Isidoro Albertini y Massimo Boffa, de Giuseppe Scandellari. Al mismo tiempo, Attilio Ventura era el protagonista central del mundo que aún existe, porque en virtud de su experiencia financiera, su capacidad para tejer relaciones, incluidas las internacionales, y su capacidad para moverse con empatía y pragmatismo en el complejo mundo de los negocios. , de cultura y política, se le asignó un papel fundamental en la cúpula de la Bolsa italiana, cuando la informatización lo cambió todo en los años 1980 y cuando, en 1991, nacieron las SIM, empresas de corretaje de valores.
Por eso Attilio Ventura, además de haber estado siempre rodeado de amistades y simpatías duraderas y vivas que no son tan evidentes en el mundo de las finanzas, fue el hombre de la bolsa que ya no existe y de la bolsa que -con la informatización de los mercados y la estructuración de las empresas financieras – sigue ahí.