“Qué gran viaje”, dice repetidamente Trevor Noah (38) en el Ziggo Dome el sábado por la noche sobre el viaje durante su gira mundial, pero la exclamación también podría referirse a su propia vida. Hace menos de un mes, el comediante sudafricano hizo reír al presidente estadounidense Joe Biden con su exitosa asar durante la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca. Un papel que le fue asignado como uno de los pocos gracias a El programa diario.
Lleva siete años presentando ese noticiero satírico de Comedy Central. Lo ha puesto en el mapa mundial. Se destaca en parte gracias a su visión africana de la geopolítica y nuestra sociedad occidental malcriada.
A juzgar por los fuertes aplausos y vítores durante su asistencia a un Ziggo Dome con entradas agotadas, Trevor Noah se ha convertido en una superestrella. Uno que sabe entretener al gran público durante una hora y 45 minutos con su show Volver a lo anormalaunque su programa en ocasiones se apoya un poco más en el carisma de Noah que en las bromas picantes.
Al igual que en los especiales de comedia anteriores, Noah cautiva al público con su talento para el lenguaje (se dice que habla ocho), con acentos e impresionantes imitaciones de presidentes estadounidenses, entre otros. Dedica los primeros quince minutos a los Países Bajos con ingeniosas observaciones de ciclistas imprudentes. Se dio cuenta de que un número sorprendente de hombres con bebés en el pecho caminan por el Vondelpark. Y fue solo en los Países Bajos que se dio cuenta de que el afrikaans (el idioma de los opresores en Sudáfrica durante el apartheid) en realidad suena como un bebé holandés borracho.
También se discuten sus temas favoritos (como el racismo, el colonialismo y crecer con una madre negra sudafricana sin su padre blanco suizo). En los últimos años, Noah ha aprendido alemán. Esperaba sorprender a su padre, a quien visitó recientemente por primera vez. En Suiza, sin embargo, descubrió que la incapacidad de su padre para expresar amor a su hijo no es tanto personal, sino ‘suiza’.
Ese informe es uno de sus momentos más fuertes y vulnerables en el Ziggo Dome. Debería haber durado más que su consideración un tanto fragmentaria de otros temas, como la vulgarización de la pornografía y por qué los perros son mejores que los gatos.
Es solo después de una hora que Noah llega a un tema inevitable, la pandemia. En primer lugar, toma la ruta habitual burlándose de las personas con una posición fuerte sobre las máscaras, los partidarios de las teorías de la conspiración y los líderes mundiales al estilo de Donald Trump que no se toman en serio la corona. Luego, muestra ingeniosamente la frecuencia con la que los deseos (Ojalá no tuviera que ir más a la oficina; Ojalá pudiera ver a mis hijos con más frecuencia) con el brote del coronavirus en realidad se ‘hacen realidad’. Noah: “Lo que los padres se dieron cuenta durante la pandemia es que aman a sus hijos porque solo los ven a tiempo parcial”.
Noah no es un maestro narrador del calibre de Dave Chapelle o Louis CK, los aclamados comediantes estadounidenses que siempre logran mantener la tensión a raya con su humor abrasivo. Sin embargo, es un narrador atractivo que lleva el Ziggo Dome sin esfuerzo por su cuenta, puede hacerte reír a carcajadas y calmarte con su mirada mundana.