Rusia intenta ponerle precio a la intervención de la OTAN en Ucrania


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El autor es el director del Centro Carnegie Rusia Eurasia en Berlín.

Cuando los líderes de la OTAN se reúnan en Washington el 9 de julio, el tema central será el apoyo a Ucrania y el fortalecimiento de la disuasión militar contra Rusia. A medida que la situación en el campo de batalla se va inclinando gradualmente a favor de Moscú, la atención se centrará en las necesidades más inmediatas de Kiev, junto con la necesidad de que Europa aumente su gasto en defensa. Sin embargo, la OTAN también necesita discutir y actuar en relación con las nuevas y peligrosas formas que Vladimir Putin está encontrando para imponer costos a los Estados Unidos y sus aliados, con el potencial de tener efectos indirectos ruinosos que escapan al control de cualquiera.

En el tercer año de su guerra contra Ucrania, percibida por el Kremlin como sólo un hilo de su confrontación más amplia con Occidente, infligir dolor a los partidarios de Kiev es cada vez más una prioridad para Putin. El Kremlin quiere poner un precio a la creciente participación de la OTAN en la guerra en nombre de Ucrania, tanto como disuasión como venganza. La última decisión de la Casa Blanca de permitir a Kiev utilizar armas occidentales de largo alcance para ataques dentro de la propia Rusia, más allá del territorio ucraniano ocupado, así como los recientes ataques con drones ucranianos a radares que forman parte del ataque nuclear ruso, han sido un ejemplo de la creciente participación de la OTAN en la guerra. sistema de alerta tempranaestán impulsando a Putin a actuar con más audacia que nunca.

Desde el comienzo de la guerra, la principal preocupación de Occidente ha sido el posible uso de armas nucleares. No sorprende que el Kremlin vuelva a insistir en el cansado tema de la escalada nuclear. Moscú ha iniciado ejercicios con armas nucleares tácticas y Putin ha declarado públicamente que no se está utilizando ningún arma nuclear. hablando El presidente ruso está convencido de que Rusia está haciendo más ofensiva su doctrina nuclear, pero el riesgo de que se utilice realmente es menor que en el otoño de 2022, cuando Ucrania ganó terreno en el campo de batalla. Ahora que las perspectivas son más favorables para Rusia, es poco probable que Putin recurra al instrumento más potente que tiene a su disposición, que es mejor conservar como seguro definitivo contra la derrota.

Pero Putin no carece de otras herramientas. En este momento, el principal instrumento de Moscú para la escalada es el uso de misiles y drones contra la infraestructura energética de Ucrania. Una campaña de ataques aéreos intensificada en primavera ya ha destruido más de la mitad de la capacidad de generación de Ucrania. La reparación de algunas centrales eléctricas llevará años. Con la llegada del invierno, los grandes centros de población se enfrentarán a la perspectiva de congelación y apagones. Putin pretende no sólo desconectar las plantas de fabricación militar en Ucrania, sino también expulsar a millones de nuevos refugiados hacia Occidente, presionando a Europa y ayudando a los políticos que quieren poner fin a la participación occidental en la guerra.

Además, está la campaña de sabotaje de Rusia en Europa. Los servicios de inteligencia rusos están muy ocupados atacando activos industriales y logísticos que son fundamentales para la producción y el transporte de armas a Ucrania. Al mismo tiempo, el Kremlin está utilizando redes de crimen organizado occidentales para matar a traidores y acosar a disidentes rusos. Esto se suma a muchos años de esfuerzos rusos para explotar las divisiones en las sociedades occidentales. Ahora, cuando el Kremlin observa la ira juvenil en Occidente causada por la guerra de Gaza, ve un entorno propicio para los objetivos.

Por último, Rusia está dispuesta a compartir sus tecnologías militares sensibles con los adversarios de Occidente. Además de las transferencias previas de diseños de armas a China e Irán, Putin ha consolidado recientemente un pacto de defensa con Corea del Norte y puede ayudar a Pyongyang a impulsar su programa nuclear y espacial. Anteriormente, Putin había reflexionado sobre una posible transferencia de armas a cualquier fuerza que se oponga a Estados Unidos, como los hutíes en el Mar Rojo. La estrategia del Kremlin es deliberadamente temeraria y Putin la describe como un represalia por el suministro de armas occidentales a Kiev. El problema es que estas acciones pueden crear situaciones que escapen al control del Kremlin.

La respuesta de la OTAN debe ir más allá de los esfuerzos por proporcionar más defensa aérea a Ucrania, que se verá limitada por los cuellos de botella de la producción y las propias necesidades de la alianza. Deben elaborarse planes para ayudar a Ucrania a pasar el invierno y prepararse para una posible oleada de refugiados. Además de restablecer la disuasión militar, Occidente debe reforzar sus capacidades de contrainteligencia, contraterrorismo y lucha contra el crimen organizado. Es el nexo de estos tres mundos lo que Rusia se siente tentada a convertir en arma.

Por último, la OTAN debería retomar el control de la gestión de la escalada en esta guerra. Vale la pena mantener un debate honesto sobre los límites de la intervención directa de la OTAN y acordar algunas directrices sobre cómo hablar de ello en público. Se deberían realizar la mayor cantidad posible de movimientos sensibles fuera de la vista del público para evitar alimentar el fervor de Putin por las represalias. Los canales para discutir la reducción de riesgos con Moscú deberían permanecer abiertos.

El conflicto entre Rusia y Occidente se está volviendo cada vez más peligroso e impredecible. El camino hacia una diplomacia significativa sigue cerrado. La gestión responsable de los riesgos es más necesaria que nunca.



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