Punto final de Nápoles, la carrera de camarones de los cazadores


Está bien que Napoli navegue en perfecta soledad con una ventaja de 18 puntos sobre el segundo clasificado (Inter) y que a estas alturas, como todo lo que va bien, ya no sea noticia. Sin embargo, el equipo de Spalletti, después de 26 partidos de Liga y un paso predestinado incluso en la Champions, realmente merece un reconocimiento especial, más que el galimatías habitual sobre el Napoli que es demasiado superior y corre solo. Por supuesto que corre para sí mismo, gracias, pero lo hace porque ha alcanzado un equilibrio que pocas veces se encuentra en un equipo de fútbol en tiempos tan fluctuantes.

Tomemos el 2-0 contra Atalanta, que no deja de ser indicativo, ya que la Diosa es un equipo que no da descuentos a nadie aunque últimamente haya perdido algunos tiros de más. Bueno, a pesar de una nueva caída, Napoli se encogió de hombros como un moschino petulante que zumba a tu alrededor cuando hace calor. Sobre todo en la primera parte, de hecho, los Moschini Atalantini, pegados a la camiseta, conseguían enjaezar al Napoli. Pero he aquí la magia de la segunda parte que lo pone todo patas arriba: primero Osimhen lanza una asistencia de oro a Kvarschhelia, luego el georgiano, tras dos desvíos que asientan a la mitad de la defensa contraria, mete al arco con un jab que no da en el blanco. escapar. Una maravilla, un toque de artista digno del gran Diego Armando, susurraban algunos atrevidos que no temen mencionar en vano el nombre de Maradona.

Más allá de la santidad, que se puede discutir, la destreza de la bendita pareja de ataque Osimhen-Kvaratskhelia ha resaltado el verdadero valor agregado de Napoli. Quien obviamente también puede contar con una solidez colectiva envidiable, pero esos dos diablos juntos dan mucho miedo. Juntos marcaron 30 goles, 19 del nigeriano y 11 del georgiano. Pero eso no es todo: la magia es que se integran a la perfección, abriendo espacio para todos como demostró el 2-0 de Rrhamani. Se dirá: cuando se tienen dos tenores tan soberbios, cantar bien es fácil. Sin embargo, a los dos tenores hay que sumar toda la orquesta. Una orquesta que Spalletti, hay que reconocerlo, dirige como una Muti o una Barenboim. Último aspecto no desdeñable: Napoli, además de en el campo, también ha funcionado bien como club: en un fútbol donde todos gastan sumas disparatadas, con resultados no siempre brillantes (ver el fiasco en Europa del Paris Saint Germain), vendieron sin miedo a los peces gordos como Insigne, Mertens, Koulibaly y Fabián Ruiz. ¿Alguien se arrepiente de ellos? No diría. Tampoco han lastrado su salario a otros equipos menos ahorrativos.

Juicio de Inzaghi

Tras la octava caída del Inter en Liga (2-1 en Spezia), el pobre Simone Inzaghi está ahora en la tribuna. Listo para ser crucificado como un Cristo por Mantegna. Para salir del córner, el técnico nerazzurro solo tiene una oportunidad: superar al Oporto alcanzando al Milán en cuartos de final de la Champions League. No es una tarea fácil porque los portugueses son duros y astutos y la pequeña ventaja en la ida no nos permite contar demasiado con ella. Hará falta un ensayo mayúsculo, de esos que el Inter, al menos hasta ahora, ha sido capaz de sacar adelante en las copas. En Oporto también estará el presidente Zhang, muy sensible a la llamada de los 20 millones que, pasando el turno, irían a la caja.

Además de cruzar los dedos, Inzaghi tiene que arreglar un grupo donde parece que cada uno hace lo suyo. Aparte del penalti que debería haber ejecutado Lukaku y en cambio Lautaro lo sancionó (¡mal!) como si fuera el último emperador, el tema principal son las demasiadas derrotas con equipos menos nobles (Lecce, Bologna, Udinese, Spezia) que denotan un poca capacidad para mantenerse en el buen camino, una falta de continuidad preocupante y una defensa demasiado frágil (24 goles fuera de casa). La empresa está irritada, la afición desconcertada, las alternativas no están claras. Ya soñamos con un Conte Bis, entendido naturalmente como Antonio, que sin embargo en Londres, como vimos contra el Milan, no está haciendo milagros. Pero Conte es un poco como Mourinho Special: una llamada irresistible para los fanáticos nerazzurri. Recuerda un gran pasado que no necesariamente coincide con un gran futuro.



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