Por mucho que llevara el vagabundo, no tenía guantes | columna Maaike Borst

Con todas sus pertenencias, envueltas bajo una lona azul, el vagabundo se sentó inmóvil junto al puente roto sobre el canal Van Starkenborgh en Groningen. Si mirabas de cerca, podías ver que la montaña azul detrás de la cual se escondía era un remolque de bicicleta completamente cargado en el que una vida estaba desvencijada atada con plástico y cuerda.



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