Un día especial en la vida del vagabundo Peter de Haarlem. Hoy recibe la llave de su casa. Esto pone fin a su vida en la calle. El momento no podría haber sido mejor elegido. Justo cuando la temperatura desciende muy por debajo del punto de congelación por la noche, siente calor.
Peter vivió cinco años en una furgoneta y por eso se ha acostumbrado al frío. “Aprendes a vivir con ello”, dice, inspeccionando sus “muebles”. Saca del coche dos sillas plegables y un colchón. Tiene que conformarse con eso por el momento en su nueva casa, cerca de donde ha estado su autobús todos estos años. No es mucho, pero merece la pena: tiene calefacción, ducha y WC en su nueva casa. “Si dejaran la olla en paz”, se ríe.
Acostumbrarse a
Es casi imposible de imaginar, pero Peter aún tendrá que acostumbrarse a vivir en una casa normal. Por eso no muestra la exuberancia que cabría esperar. Claro, le gusta tener un techo sobre su cabeza. Pero esto se compensa con los gastos de alquiler, mientras que él vivía gratis en su autobús. Y será menos libre con vecinos inmediatos a su lado.
Pero él asume la aventura. Lo que no significa que nunca más se le volverá a ver en su autobús. “Tal vez”, reflexiona, “puedo llevarlo de vacaciones en el futuro”.