El técnico de la Roma hace, deshace, acusa, rompe, juzga todo y a todos, menos a su propio trabajo. Los enormes esfuerzos realizados por los Friedkins merecen más consideración y menos controversia
En Roma está surgiendo el peligroso fenómeno del pensamiento único, el de Mourinho. Lo que hace, deshace, acusa, rompe, juzga todo y a todos, excepto su propia obra. Muchas críticas internas y externas al club. Pero nunca la autocrítica.
Acusaciones
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Tras el mal derbi perdido, uno de los tantos partidos en los que la Roma mostró buena voluntad y poco más, se escenificó otra j’accuse: el árbitro era inocente y le tocaba a jugadores y clubes. Desde juicios tajantes hacia Abraham acusado de pensar en el Mundial (no está jugando bien, pero ¿cuántas asistencias recibe, empezando por Pellegrini y Zaniolo?), hasta señalar con el dedo a los jugadores implicados, hasta definir el enorme trabajo hecho en finca de la sociedad y Pinto, con la ayuda del propio Mou. Ayer, después del decepcionante empate con Sassuolo, la atención se centró en un solo hombre, un “traidor” al que se le pidió que buscara otro equipo. Pocas veces se ha escuchado a un entrenador atacar públicamente a uno de sus jugadores, aunque sea culpable. Mou, que siempre ha sido un pirotécnico en la comunicación, parece estar sin terraplenes en Roma. La naturaleza no prevé el vacío ya Josè le gusta llenarlo, a menudo exagerando. Hoy cubre todos los roles, en el silencio (¿incluso asentimiento?) de la empresa. El enorme esfuerzo de los Friedkins merece más consideración y menos polémica, más juego y menos caos, más crecimiento y menos desvalorización de jugadores y plantilla. Al descanso, la Roma se arriesga a llegar como última del grupo de cabeza. Una posición que es cualquier cosa menos Especial. ¿No será todo culpa de un jugador que está apático durante 35 minutos?
10 noviembre – 00:33
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