Al conmemorarse los primeros 100 días del gobierno laborista, vale la pena recordar que nadie pretendió que el cambio fuera a ser fácil.
Se han hecho comparaciones con el gobierno entrante de Blair del que formé parte en 1997.
Pero hay grandes diferencias.
En primer lugar, se había llevado a cabo una mayor planificación en preparación para el gobierno.
Un impuesto extraordinario sobre los servicios públicos privatizados generó miles de millones que ayudaron a que los desempleados encontraran trabajo.
También permitió una enorme inversión en reparación y construcción de escuelas.
Esto dio un factor de “sentirse bien” que no estaba disponible para el nuevo gobierno.
Nadie espera que Keir Starmer emule al Blair de hace 27 años, pero proyectar optimismo sobre nuestro país en el futuro será una gran ventaja.
Lamentablemente, la afirmación del primer ministro de que no buscaba popularidad se ha confirmado.
Por lo tanto, los laboristas deben garantizar que su compromiso de impulsar el crecimiento económico, la productividad y la justicia se haga realidad.
Es tarea de este gobierno laborista brindarnos una vez más como país el orgullo y la determinación para tener éxito en los años venideros.