La fuerza centralizadora del signo de Fuego choca con el deseo de libertad de Acuario


Y la Luna llena en Leo del domingo 5 de febrero es poderosa. Dividido entre el anhelo de libertad de Acuario y la energía centralizadora del signo de Fuego. Hay algo lacerante en esta sinergia. Un rugido interrumpido por el viento, por la ráfaga de aire que mueve más la llama. Hacia el devenir.

La constelación de Leo, cuadro extraído del “Atlas Coelestis” (1729) de John Flamsteed (foto Ipa).

Y enfurece el signo de Fuego, generoso, audaz, tan complacido con su majestad que no ve el riesgo de subir demasiado el listón. Una alternancia de voces recorre la identidad leonina. El miedo a no estar a la altura y sentirse el más fuerte, el mejor.

El Sol en Acuario juega en el lado opuesto de la Luna en Leo. No le interesa quedar encerrado en el marco de un plano. O en el marco dorado de la admiración de los demás. Esta fijeza lo oprime, como ya sucedió con Capricornio, signo que lo precede y que ha tratado de bloquearlo entre reglas y control. Pero se deslizó hacia el viento una noche y salió volando de las garras del deber. Dejando atrás el método y los trabajos de la pertenencia terrenal.

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