“Hay circunstancias en las que el hombre primitivo y el llamado civilizado se encuentran en el mismo plano”, escribe el autor polaco-inglés Joseph Conrad (1857-1924) en El castillo de Almayer en el aire† su primera novela de 1895 sobre el comerciante sin recursos Kaspar Almayer, que sueña con hacer una fortuna en el interior de Borneo. Se refiere al desprecio mutuo y profundo entre el colonizador y el colonizado. La novela está impregnada de enfrentamientos entre los ‘Orang Belanda’ (holandeses) y el impenetrable mundo de los habitantes originales y las innumerables culturas diferentes del gobernante holandés.
Józef Teodor Konrad Naleçz Korzeniowski nació en Berdychiv (una vez Polonia, luego Rusia, hoy Ucrania), en una familia noble y patriótica empobrecida. Quedó huérfano a la edad de 11 años, tras lo cual se mudó a Marsella a la edad de 16 años y se instaló en Inglaterra en 1879, donde se graduó unos años más tarde como capitán de la marina mercante. Los viajes que realiza posteriormente forman la base de sus novelas, de las cuales Corazón de la oscuridadsobre la codicia y el espíritu asesino de los colonos en el antiguo Congo Belga, el más conocido es: Francis Ford Coppola basó allí su clásico cinematográfico. Apocalipsis ahora a partir de 1979.
En El castillo de Almayer en el aire Kaspar Almayer se casa con la hija adoptiva de Malasia de un filibustero aparentemente influyente, una mujer que pronto lo desprecia y le hace la vida imposible. Sus esperanzas están puestas en su hija Nina, con la que vislumbra un futuro en Europa, pero que se enamora de un príncipe de Malasia y trata de liberarse de su lado ‘blanco’ y por tanto de su padre.
Almayer, inspirado en el comerciante de caucho Carel Willem Olmeijer, que conoció a Conrad en 1887 en Berau (lamentablemente, Conrad ha corrompido el apellido y la asociación holandesa ha desaparecido), recuerda a Otto van Oudijck, el residente cuya desaparición Louis Couperus describe tan acertadamente en la fuerza silenciosa† Tanto Couperus como Conrad parecen querer demostrar que los holandeses no pertenecen a las Indias Orientales Holandesas, en parte llamando la atención sobre los misteriosos poderes de la población local.
Es notable no sólo cuán ricamente escribe Conrad en inglés, su tercer idioma (una excelente traducción para esta nueva edición de Marcel Otten; una traducción anterior y desactualizada data de la década de 1940), sino también cuán sutilmente él, que no es holandés, es incapaz de del estrecho espíritu mercantil holandés.
El castillo de Almayer en el aire se lee como una acusación contra el colonialismo, pero al mismo tiempo está escrito desde una visión colonial, a veces racista. Las niñas “mestizo” son constantemente sexualizadas y el adjetivo “primitivo” cae de vez en cuando cuando se trata de la población nativa. Por otro lado, los ‘blancos’ son retratados como débiles y sin tradición; son ‘(físicamente) fuertes, pero muy, muy estúpidos’. Pero a pesar de estos puntos de vista coloniales anticuados, la visión de Conrad sobre el desequilibrio en las Indias Orientales Holandesas es sorprendentemente contemporánea. En ese contexto, es un verdadero hallazgo volver a publicar esta rica novela en esta coyuntura, en la que la atención por una visión más amplia de nuestro pasado colonial está en constante aumento.
Joseph Conrad: El castillo de Almayer en el aire. Traducido del inglés por Marcel Otten. Con prólogo de Bas Heijne. Contacto Atlas; 256 páginas; 21,99 €.