¿Vieron algo sospechoso? Los guardias de seguridad miraron más de cerca. Una pulsera que el detenido colocaba de la forma más discreta posible en sus manos tenía cuentas muy especiales. Ni plata ni oro: eran hachís. Los guardias de la prisión de Alphen, cerca de La Haya, en los Países Bajos, nunca antes habían experimentado esto.
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