En los dos años y medio de gestión, el técnico rossoneri ha desplazado a menudo a sus adversarios con jugadores empleados en posiciones inusuales y con una táctica en constante evolución: el 4-2-3-1 es sólo la base de trabajo.
Como mucho puede cometer un error en el banquillo, como ocurrió en el Bentegodi, donde en la previa se sentó en la amarilla-azul. Pero es poco probable que Stefano Pioli cometa un error en sus elecciones. Sucede, seguro. Pero evidentemente pasa menos de lo que afirman sus detractores (sí, se resiste un núcleo duro de aficionados que, digamos, siguen perplejos), si el Milan disfruta de la cima del campeonato por vigésima primera vez en este campeonato.