Entretenido cuento de hadas, contado como una sesión de jazz donde todo el mundo se engancha

la pelicula de animacion Kirikou y la hechicera (1988) es una maravillosa amalgama de influencias de África Occidental y Europa. El cineasta Michel Ocelot se basó en historias que escuchó en su juventud en la Guinea (francesa), pero adaptó elementos importantes, como el final: donde en la película se enfoca en la reconciliación, en la historia original era un arreglo tradicional con el mal.

En su adaptación teatral para Toneelmakerij, el escritor Ayden Carlo se mantiene cerca del original. Su principal añadido (además de la aparición inesperada de la mítica araña Anansi) es que toda la historia se presenta en forma de narración, lo que hace justicia a la tradición oral del folclore de África Occidental. En su papel de griot, Leandro Ceder cuenta con mucho garbo sobre el valiente niño Kirikou, que salvó a su pueblo de la maldición de la malvada bruja Karaba. Involucra a dos niños del pueblo (Kimberley Agyarko y Fjodor Jozefzoon) que desempeñan todos los demás roles.

Historia de la mayoría de edad

El resultado es un cuento de hadas ingenioso y contado con fluidez, tal vez un poco demasiado en el camino trillado de las innumerables adaptaciones de Disney de los cuentos de hadas clásicos. Tanto la moraleja de la historia (una mayoría de edad en la que el protagonista debe superar sus dudas y aprender a abrazar su singularidad) como la forma en que personajes secundarios como alivio comico siendo desplegado se siente algo hastiado y seguro.

Sin embargo, la ejecución compensa con creces la falta de originalidad. La diversión de Ceder, Agyarko y Jozefzoon enfatiza la diversión de contar una historia juntos, como una sesión de jazz en la que cada nueva iniciativa se incorpora sin esfuerzo al todo. El diseño de vestuario de Annelies Michelle Shakison enfatiza esta fluidez: los monstruos y los animales consisten en objetos encontrados y desechos, y los propios trajes mezclan elementos tradicionales con modernos. Kirikou y Karaba, la bruja, se convierte así principalmente en una oda a la historia contada, que nunca puede precisarse de una forma definitiva.



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