El trabajo sigue siendo la gran traición para la cuestión de la mujer en Italia


Como el elefante en la habitación, el trabajo remunerado de las mujeres es el quid del sistema económico y social italiano que todos conocen pero fingen no ver. La mitad de las mujeres no trabaja y, si trabaja, lo hace en condiciones más precarias y con salarios más bajos que los hombres. Nos conformamos con unas ligeras fluctuaciones para consolarnos y tener esperanza. Los últimos datos de Istat, por ejemplo: en enero de 2023 el empleo femenino creció un 0,2% respecto a diciembre y un 1,6% respecto al mismo mes del año anterior. Pero en un mercado laboral que, según las estadísticas, es el mejor desde hace treinta años (o nunca), los italianos siguen caminando penosamente más de un paso por detrás de la media europea. Las mujeres ocupadas han alcanzado los 9,87 millones (más de 9,77 millones en 2019, recuperándose del susto de la Covid), pero son solo el 51,9% de las mujeres de entre 15 y 64 años, frente al 69,7% de algunos hombres. Con grandes diferencias territoriales de Norte a Sur.

La tasa de empleo femenino ciertamente ha mejorado respecto a la fase más aguda de la pandemia, cuando había vuelto a caer por debajo del umbral del 50 %, pero en cualquier caso aún está muy lejos tanto del 62,7 % de la media europea como del 60 %. % umbral que según la Estrategia de Lisboa deberíamos haber alcanzado para 2010. Hoy como entonces, la meta de seis de cada diez ocupados sigue pareciendo un espejismo. En algunas zonas del Sur hasta una utopía. “El 51,9% es sin duda una cifra positiva”, comenta Linda Laura Sabbadini (Istat), presidenta del W20 2021 en Italia, que acaba de regresar del W20 en India, el grupo del G20 sobre igualdad de género. “Pero ten cuidado. En enero de 2004, la tasa de ocupación femenina era del 45,1%. ¿Nos damos cuenta de que han pasado 19 años? Ni siquiera 7 puntos más. No al entusiasmo fácil. Todavía nos queda un largo camino por recorrer para darnos por satisfechos».

Por lo tanto, sea cauteloso al seguir las variaciones mensuales del número de ocupados o al celebrar el regreso a la situación previa a la pandemia: el foco debe mantenerse en los datos de empleo, que no muestran signos sustanciales de mejora o cambio de tendencia. Por otro lado, la brecha de género es evidente en todas sus dimensiones. Si las mujeres que realizan trabajo remunerado se mantienen siempre en torno a la mitad, la tasa de paro femenina es del 9,5%, la masculina del 6,7%. La proporción de mujeres inactivas es aún mayor: son el 42,6 de cada cien, las inactivas el 25,2%. La no participación sigue siendo un problema de mujeres. O tal vez sea “la” cuestión femenina por excelencia: muchas veces ni siquiera se busca trabajo, también porque el trabajo no remunerado sigue siendo la carga que siempre ha sido.

La asimetría en el trabajo de cuidado familiar sigue siendo un lastre: para las mujeres representa más del 62% del tiempo total de trabajo de la pareja de socios empleados. La paridad está muy lejos (y aquí también la brecha Norte-Sur es muy amplia). El otro nudo es el de la maternidad, que se sigue percibiendo como un obstáculo no solo para el crecimiento profesional sino también para el propio trabajo (hace dos años, las mujeres ocupadas sin hijos eran el 74%, las que tenían un hijo menor de 6 años el 54%). según datos del Inapp, después del nacimiento de un hijo casi 1 de cada 5 mujeres (18%) entre 18 y 49 años deja de trabajar y solo el 43,6% permanece en el empleo (29% en el Sur). El principal motivo es la conciliación entre trabajo y cuidados (52%), seguido de la no renovación del contrato o despido (29%).

No se trata solo de cantidad, sino también de calidad: el trabajo de las mujeres, cuando existe, es más precario que el de los hombres y menos remunerado. La participación de los contratos estables, según revela el Informe de Políticas de Género de INAPP, representa un 20% para los hombres y un 15% para las mujeres. Del total de nuevos contratos de mujeres, el 49% son a tiempo parcial, frente al 26,2% de los hombres. Y en momentos en que hablamos de “tranquilo dejando de fumar” en términos de bienestar personal en el lugar de trabajo, ¿quién puede darse el lujo de poner límites si tiene un trabajo precario o quizás un trabajo a tiempo parcial involuntario?



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