Fueron momentos de ansiedad el martes por la tarde para el limpiacristales Fedor. Está lavando las ventanas de un edificio de oficinas en Den Bosch a una altura de decenas de metros, cuando de repente un cable de la góndola en la que se encuentra se afloja y ya no funciona. Fedor no tiene adónde ir y tiene que esperar una hora a gran altura hasta ser liberado. “Entré en pánico por un momento, sí”.
Un trabajo como tantos otros para Fedor: subir a la góndola y lavar los cristales. De abajo hacia arriba, como siempre. Sin embargo, esta vez las cosas son diferentes. Cuando llega aproximadamente al cuarto piso del edificio de oficinas, un cable deja de funcionar.
“Estás atado a cuatro cables, pero uno colgaba. Eso me hace sonar la alarma”, dice Fedor sobre el momento en que las cosas salieron mal. “Al principio pensé que la góndola se había quedado atrapada en algo, pero pronto vi que el mecanismo del cable ya no funcionaba”. Los limpiadores de ventanas pueden bajar en caso de emergencia mediante una palanca especial, pero Fedor no pudo alcanzarla porque no podía alcanzarla. Pura mala suerte.
“Llevo 30 años limpiando cristales y nunca me había pasado algo así”.
“Entonces comencé a sentir calor”, reflexiona Fedor. “Llamé a un colega y al final llegaron los bomberos. Pasó una hora hasta que volví a estar a salvo”. La situación de Fedor es, cuanto menos, aterradora, pero afirma que este tipo de cosas suceden muy raramente: “En mi opinión, esto casi nunca sucede. Llevo 30 años trabajando como limpiacristales y nunca había experimentado nada parecido. este.”
La góndola en la que trabajaba el limpiacristales Fedor no pertenecía a la empresa en la que trabajaba. Los carritos pertenecen al edificio donde se lavan los vasos. Siempre son inspeccionados por una empresa externa. Es una especie de ITV. “El carro en el que iba había sido revisado dos semanas antes”, explica Fedor. “Afortunadamente, pronto las góndolas estarán controladas de forma más estricta.”
“Mañana empezaremos de nuevo”.
Después de que Fedor volviera a tener tierra firme bajo sus pies, tuvo que recuperarse de lo que le acababa de suceder. “Me emocioné un poco”, dice el limpiacristales. ¿Pero trabajará en las alturas con una sensación diferente a partir de ahora? “Eso no. Empezaremos de nuevo mañana”.