El Informe Draghi sobre la competitividad de Europa, que se suponía que sería objeto de un examen en profundidad por parte de los líderes europeos en Budapest, probablemente quedará oscurecido.
En primer lugar, por el posicionamiento que adoptarán los distintos interlocutores europeos respecto a la reelección de Donald Trump. Y ya se ha comprendido que la Unión Europea de Estados y Gobiernos se está preparando para repetir viejos errores.
Más allá de las frases superficiales sobre la colaboración entre Europa y Estados Unidos, esto lo demuestra la llamada telefónica entre Scholz y Macron, quienes prometieron actuar en una coordinación más estrecha, más que antes. Si esto -como parece- significa imaginar la Europa habitual con tracción franco-alemana, es verdaderamente un error.
Y es precisamente el informe Draghi el que lo denuncia: porque es, de hecho, la primera vez que un documento europeo también se posiciona de forma dialéctica frente a su histórico aliado americano.
La condición previa del Informe es que la Unión en su conjunto actúe para proteger sus intereses continentales, en la búsqueda de un mercado común de capitales, un sistema de financiación confiado a las emisiones continentales de eurobonos, nuevas inversiones colosales en tecnología (de la industria aeroespacial digital) en las que Europa está rezagada y en defensa común, cuyo potencial es considerable.