El concepto de igualdad es distorsionante si no se combina con el de equidad que, entre otras cosas, debería ser la base de cualquier sistema fiscal que se precie


Antonella Baccaro (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

ELAl IRS no le gustan las mujeres. Pero quizás ni siquiera quienes se casan con ellos. De una encuesta del Banco de Italia, que comenzó en 2020, se desprende, por ejemplo, que Las “deducciones por cónyuge dependiente” fomentan la desvinculación femenina.

Y que el apoyo para pagar las tasas de asilo, otorgado en función de los ingresos, cesa precisamente cuando las mujeres, después de un permiso obligatorio, regresan a trabajar y son los que más lo necesitan.

Por no hablar de la brecha salarial que sufren quienes regresan de la baja por maternidadsin posibilidad, al menos en nuestro país, de compensar el resto de la vida laboral.

Pero si el recaudador de impuestos no nos ve bien, también nosotros en la familia tenemos problemas. Un lector me escribe que «Hoy en día, muchas parejas que conviven dividen los gastos en partes perfectamente iguales., con una tarjeta común a la que transfieren la misma cantidad y que utilizan para gastos comunes. Pero desde las mujeres suelen ganar menos, sucede que el hombre tiene ventaja, porque tiene la posibilidad de dejar algo de lado, mientras que la mujer no. Además, al querer trabajar más, la mujer no puede hacerlo fuera de su horario laboral habitual, porque muchas veces él tiene muchas jornadas y es ella quien tiene que cuidar de la casa o de los niños. La mujer prácticamente no puede ahorrar dinero. y debe tener mucho cuidado de no ir demasiado a la peluquería, ni de ir a comprar ella misma. Y además no puede redimirse de su propia subordinación. En resumen – concluye el lector -: ¡desde amas de casa apoyadas en todo hasta niñas pobres que viven con los ricos sin dejar de ser ricas!».

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La conclusión quizás sea exagerada pero el punto de partida merece una reflexión porque A menudo, en nombre de una igualdad mal entendida, se cometen errores costosos..

Estamos empatados, por supuesto, pero El concepto de igualdad es distorsionante si no se combina con el de equidad. que, entre otras cosas, debería ser la base de cualquier sistema fiscal que se precie. La equidad quisiera que los cónyuges contribuyeran en proporción a sus posibilidades.

Pero si el gobierno puede modificar al recaudador de impuestos, ¿quién corregirá los desequilibrios que siguen dominando a nuestras familias? ¿No sería apropiado entonces llegar a acuerdos claros antes del fatídico “sí”?

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