Durante años se han denunciado abusos contra mujeres religiosas dentro de la Iglesia, pero de forma anónima. Ahora un caso llega a juicio…


Fiorenza Sarzanini (foto de Carlo Furgeri Gilbert)

C‘Es una investigación iniciada por el Vaticano que no puede ni debe cerrarse. Se trata del abuso y la violencia sufrida por cinco monjas que acusan explícitamente a su padre Marko Rupnikexpulsado por los jesuitas pero aún sacerdote de la diócesis de Ljubljana.

Cinco monjas que tuvieron el coraje de salir a la luz pública, dos de ellas incluso se mostraron ante las cámaras. Fue la abogada Laura Sgrò quien les convenció de la necesidad de denunciar y es necesario apoyar esta elección tan dolorosa y, en cierto modo, arriesgada.

No son los únicos que han sufrido estos horribles abusos. Hay miles de casos reportados, muchas monjas que dijeron, a pesar del anonimato, que habían sido violadasalgunos obligados a abortar por las jerarquías eclesiásticas.

Gloria Branciani tiene 60 años, es romana. Su testimonio es dramático. Conoció a Rupnik en la década de 1990, cuando era estudiante de medicina. La convenció de mudarse a Ljubljana, Eslovenia, donde había un centro de espiritualidad ignaciana para mujeres.

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«Si yo me oponía, él tenía reacciones negativas. Mientras tanto, las relaciones con mi familia y amigos se habían debilitado. Hasta que llegamos a la fase pornográfica. Lo justificó como una comunicación divina., en realidad era la forma de justificar las orgías colectivas. No podía hablar de esto con nadie». En realidad, después de ser hospitalizado por graves ataques de pánico, decidió confiar en su madre superiora y en el arzobispo. Pero ella no fue creída.

También Mirijam Kovac, una monja de origen esloveno, sufrió abusos. «No hubo violencia sexual, sino violencia psicológica que duró más de tres años». Tampoco ha habido justicia para ella. Quería subrayarlo públicamente: «Nuestras pequeñas piezas se están uniendo en un mosaico más grande, ya no es sólo nuestra historia. Nos encontramos frente a un muro de goma que rebota en cada intento de curar esta situación insalubre. Es hora de que este muro de defensa de los desvalores se desmorone».

Ya es hora, seguro. La oportunidad que no se debe desaprovechar dentro de la Santa Sede pero también fuera de esos muros.

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