Depresión, ansiedad y trastornos mentales: el smog aumenta el riesgo. Dos estudios italianos


Len la depresión, así como en los trastornos de ansiedad y la esquizofrenia, se sabe que pueden desencadenarse por causas exógenas, es decir, dependen de factores externos. Pero ahora, un estudio italiano realizado en poco menos de dos millones de personas seguidas durante ocho años, cuantifica el impacto en la salud mental de la exposición crónica a partículas finas y ultrafinas, presentes en la contaminación del aire. En resumen, el smog puede causar depresión y otros síntomas mentales.

Depresión y smog: el estudio

La contaminación tiene efectos nocivos no solo sobre el sistema respiratorio, el sistema cardiovascular o la actividad cognitiva. Puede modificar el funcionamiento cerebral hasta el punto de comprometerlo y desarrollar patologías psiquiátricas, especialmente en rango de edad entre 30 y 64 años. Pero aquí está en detalle cuáles son los datos significativos. Por cada incremento de aproximadamente 1 microgramo por metro cúbico en la exposición a partículas finas (PM2.5), el riesgo de la depresión aumenta en un 13%. 9% trastornos de ansiedad, 7% esquizofrenia.

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Si aumenta el smog, se utilizan más fármacos psiquiátricos

Del mismo modo hay uno correlación entre la presencia de smog y el aumento de prescripciones de antipsicóticos, antidepresivos y estabilizadores del ánimo que crecen hasta en un 4%.

Cuando el la calidad del aire urbano es más pobre también aumenta el riesgo de un empeoramiento de las enfermedades psiquiátricas existentes. Un estudio italiano sobre pacientes con depresión bipolar muestra que en los días de partículas atmosféricas la probabilidad de hospitalización es alta para un episodio maníaco puede cuadruplicarse.

Smog y el cerebro: cómo afecta el funcionamiento cognitivo

“Estos nuevos e inquietantes datos sobre los efectos a largo plazo de la contaminación indican que es el smog es un peligro real no solo para el corazón y los pulmones, sino también para el cerebro“, explica Sergio Hararicopresidente del Seminario y Director de la Unidad Operativa de Neumología del Hospital San Giuseppe MultiMedica de Milán y profesor de Medicina Interna de la Universidad Estatal.

Sabíamos que el aire contaminado es perjudicial para la función cerebral porque, por ejemplo, la exposición a el smog empeora el rendimiento cerebral e incluso acelera el deterioro cognitivo relacionado con la edad, aumentando el riesgo de alzhéimer».

Daño también en el vientre de la madre

“METROlos resultados preliminares de los nuevos estudios indican que el smog puede ser tóxico para el funcionamiento cerebral hasta el punto de causar también patologías psiquiátricas, probablemente a través de a aumento de la inflamación general o por unalteración de las defensas antioxidantes. El daño del smog en el cerebro es evidente a cualquier edadincluso si está expuesto al smog durante el período fetal. Se ha demostrado que los niveles de contaminación por debajo de los umbrales establecidos por la Unión Europea (promedio anual de PM10: 40 microgramos por m3) implican alteraciones en el desarrollo cerebral de los niños, con una corteza cerebral que se vuelve más delgada en algunas áreas y luego a un mayor riesgo de problemas como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad», continúa Harari.

niebla tóxica

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Los espacios verdes ayudan al desarrollo cognitivo

«Ahora también se conoce el efecto del smog en el desarrollo cognitivo de los niños: sabemos por ejemplo que yo los niveles de exposición a la contaminación del aire se correlacionan con las habilidades en las pruebas de matemáticas y lenguaje y cuanto más se expone uno al smogmás con el paso de los años se deterioran las capacidades cognitivas necesarias para la realización de las pruebas, especialmente en el sexo masculino y en los pertenecientes a grupos socioculturales desfavorecidos”, comenta Pier Mannuccio Mannucci, copresidente del Seminario y Profesor Emérito de Medicina Interna de la Universidad de Milán y del Policlínico de Milán. “En reversa los espacios verdes en la escuela y su entorno ayudan al aprendizaje, lo que lleva a una mejora en el desarrollo cognitivo: las plantas y los árboles reducen la contaminación del aire y, paralelamente, llevan a los niños a tener una mejora en las habilidades de memoria y atención, en beneficio del rendimiento escolar“.

¿Más afectados? Entre 30 y 64 años

“Los resultados indican que yo los niveles de partículas finas y ultrafinas a los que uno está expuesto se relacionan con el aumento del riesgo de padecer una patología mental», explica Massimo Stafoggia, del Departamento de Epidemiología del Servicio de Salud de la Región de Lazio – ASL Roma 1, autor de la encuesta con Federica Nobile y otros colegas. “Observamos que al aumentar la exposición a partículas, el riesgo de depresión aumenta en un 13%, el de trastornos de ansiedad en un 9%, el de esquizofrenia en un 7%. También se han demostrado asociaciones positivas para dióxido de nitrógeno y polvo de carbóncomo es evidente un aumento en las prescripciones de antidepresivos (+ 1,3%) y antipsicóticos (+ 4%) a medida que aumentan los niveles de PM2.5“.

Alto PM10 y riesgo de hospitalización por depresión bipolar

Ahí peligro de smog en el bienestar mental lo confirma otro estudio realizado en colaboración por Unidades Operativas de Epidemiología y Psiquiatría del Policlínico de Milán sobre 200 pacientes con depresión bipolar. Los pacientes fueron hospitalizados allí por episodios maníacos entre 2007 y 2019. Al analizar los datos relacionados con la exposición al smog en los días anteriores, surgió que el aumento de PM10 en el aire se asocia con un mayor riesgo de hospitalización, 3,6 veces superior a lo normal el segundo día después de la exposición a un aire especialmente contaminado.

«Estos datos confirman la Efectos negativos de la contaminación en la salud mental.indicando que las condiciones ambientales pueden influir mucho en el manejo de los pacientes con depresión bipolar”, concluye Michele Carugno, coautor del estudio con Massimiliano Buoli y otros colegas, Departamento de Ciencias Clínicas y Comunitarias, Universidad de Milán y Unidad de Epidemiología, Fundación IRCCS Ca ‘Granda Ospedale Maggiore Policlinico.

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