Desde la próxima sentencia de las agencias de calificación Fitch y Moody’s (10 y 17 de noviembre) hasta el primer examen de la maniobra por parte de la Comisión Europea previsto para el 21 de noviembre. Todo ello con la ley de presupuesto afrontando el escrutinio parlamentario con la incógnita de las enmiendas. El Gobierno desea que el texto, ya modificado varias veces con respecto al primer borrador aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 16 de octubre, quede sustancialmente blindado, sin más correcciones que serían necesarias también para modificar (según se desprende) al menos el capítulo sobre las pensiones de médicos, empleados de las autoridades locales y profesores de primaria. Probablemente estemos avanzando hacia una única maxienmienda que se preparará en el Senado, pero no se pueden descartar sorpresas durante el proceso parlamentario.
Las agencias de calificación
Después de las pruebas, ya superadas según Standard&Poor’s, que confirmó el rating BBB de Italia con perspectiva estable, y de Dbrs Morningstar (BBB con tendencia estable), ahora le toca el turno a Fitch, que hasta ahora se ha mantenido entre triple B y perspectiva estable, pero La sentencia más esperada y temida es la de Moody’s. En mayo, la agencia decidió no actualizar la calificación y la calificación actual sitúa a Italia en Baa3 con perspectivas negativas. A finales de abril, la misma agencia destacó en un informe cómo Italia corría el riesgo de perder su “grado de inversión”. En esencia, un ajuste a la baja sería suficiente para hacer que la deuda italiana pierda la calificación que se otorga a los títulos considerados seguros, relegando así la solvencia de Italia a la categoría de “basura”. Habría repercusiones inmediatas en los mercados y en el coste de la financiación de la deuda. Por este motivo, el ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, se reunió en las últimas semanas con las agencias de calificación con el objetivo de tranquilizarlas sobre el contenido “serio, responsable y prudente” de la medida. Pero además de las medidas de la ley presupuestaria, en el punto de mira de las agencias de calificación aparecen, por un lado, las perspectivas de crecimiento para los próximos tres años y la evolución de la deuda pública, que se mantiene estancada en torno al 140% del PIB hasta 2026. En cuanto al crecimiento, no se puede dejar de observar que el objetivo del Gobierno (1,2% en 2024) está claramente por encima del 0,8% previsto por la Comisión Europea, la OCDE y el Banco de Italia, mientras que el FMI no supera el 0,7% y Confindustria el 0,5 por ciento.
La Comisión Europea
Según confirmó el Comisario europeo de Asuntos Económicos, Paolo Gentiloni, el primer juicio sobre la maniobra del Gobierno por parte de Bruselas está previsto para el 21 de noviembre. “Estamos trabajando en ello. Preservar las inversiones y cautela en el gasto corriente son dos de las recomendaciones para la evaluación de la UE”. Bajo la observación de la Comisión, además del déficit adicional ya autorizado por el Parlamento que asciende a 23.500 millones en el trienio 2023-2025 (15.700 millones en 2024), la maniobra en materia de pensiones, con la reintroducción, aunque correcta, de la cuota 103 También está sub iudice la propuesta de reforzar la revisión del gasto (2.500 millones que pagarán los ministerios durante el período de tres años, 600 millones por año para las autoridades locales y las regiones). Además, habrá que comprobar si los documentos programáticos del Gobierno y la maniobra que examina el Senado permiten cumplir el compromiso, solicitado en las últimas recomendaciones dirigidas a nuestro país, de limitar el aumento del gasto primario neto financiado a nivel nacional. hasta el 1,3%, nivel que el Gobierno considera “compatible con una mejora del saldo estructural del 0,7% del PIB”. Todo ello debe incluirse dentro del gasto del presupuesto público en función del contenido del presupuesto, diferenciado por las distintas “misiones”, que en 2023 ascienden a 1.173 millones y que se espera que asciendan a 1.215 millones en 2024. En términos de composición del gasto, neto de gastos de reembolso de la deuda y fondos a distribuir, más del 25% de las asignaciones (219,7 mil millones) se destinan a políticas de seguridad y asistencia social y otras formas de apoyo, asignadas principalmente a las “Políticas de seguridad social”. ” misión (135,1 mil millones), mientras que los gastos por intereses relacionados con la financiación de la deuda pública representan el 11,2% del total (96,9 mil millones en 2024).
Privatización desconocida
Se espera un punto del PIB del nuevo (y aún no especificado en detalle) programa de privatización, sobre el cual Bruselas no dejará de pedir más aclaraciones. Se trata de más de 20 mil millones en el trienio 2024-2026 que deberían contribuir a reducir la deuda pública, la verdadera carga que pesa sobre nuestra economía: “Más deuda significa más gasto en intereses y recursos sustraídos al apoyo de las familias empresarias” , argumentó Giorgetti. La mayoría de los observadores consideran que el programa de privatización es “ambicioso”, también a la luz de los modestos resultados obtenidos en el pasado reciente. Se incluye MPS que, según los planes del Gobierno, podría volver a ser un banco privado a finales de 2024 mediante la enajenación de la participación en poder del Tesoro, equivalente al 64,2% del capital, en consonancia con el horizonte temporal impuesto por el UE a Italia. De manera más general, es probable que el juicio de Bruselas sobre la maniobra adquiera actualmente un carácter provisional, teniendo en cuenta también el progreso de las negociaciones sobre la nueva gobernanza económica de la UE, que entrarán en pleno desarrollo en breve, y el período transitorio que lo más probable es que comience el próximo año en caso de que se pueda llegar a un acuerdo. El buen resultado de las negociaciones, en suspenso debido al clásico conflicto entre los países del Norte, liderados por Berlín, y el Sur de Europa, es decisivo “para todos”, señaló Gentiloni, no sólo para Italia. Además, debido a que las normas actuales “no son adecuadas”, han resultado ser “demasiado severas, hasta el punto de no aplicarse”. Un retorno a las antiguas reglas “correría el riesgo de asfixiar el crecimiento y las inversiones”, después de la pandemia y ahora con dos guerras en marcha.