De Baggio a Ronaldinho y Shevchenko: un desfile de Balones de Oro en el Festival del Deporte

El Divino Codino será el invitado al acto inaugural. Rummenigge incluso ganó dos: 1980 y 1981. Y qué magia el brasileño…

Andrea Schianchi

No hay gol más prestigioso para un futbolista y cuando llegas allí es como caminar en las nubes, muy por encima de tus compañeros, oponentes o compañeros. El Balón de Oro, desde su creación en 1956, ha sido el símbolo del éxito individual, lo mejor que se puede conseguir. Si otros triunfos hay que compartirlos con el grupo, con el equipo, con el entrenador, éste no: surge de las propias cualidades, es el resultado del propio compromiso y de la propia habilidad, a menudo es la recompensa de una carrera (o durante un año) vivida en el escenario bajo la luz cegadora de los focos. Quien se lleva el trofeo a casa pasa a la historia: a veces en medio de discusiones y polémicas, porque se lo otorgaron a él y tal vez a otra persona no; a veces, sin embargo, con una cascada de aplausos que realmente hace girar la cabeza y corre el riesgo de desestabilizar incluso al más equilibrado de los campeones.

desfile de estrellas

En el Festival Deportivo de Trento, del 12 al 15 de octubre, la Gazzetta dello Sport presenta a cinco campeones que ganaron el Balón de Oro: Roberto Baggio, Karl-Heinz Rummenigge, Andriy Shevchenko, Jean-Pierre Papin y Ronaldinho. Recuerdos, emociones, escalofríos. La gran belleza del fútbol ocupa un lugar central. Y vuelven a la mente los momentos decisivos en las carreras de estos fenómenos que contribuyeron a dar felicidad al público. el suntuoso regate de Codino Baggio y sus goles; las acrobacias y los cañonazos de Kalle Rummenigge; el poder y la frialdad de Sheva; la velocidad y astucia de JPP, alguien que habitualmente no perdonaba cuando veía la portería contraria; y luego la imaginación, la extravagancia y los inventos de Ronaldinho, un poeta prestado al universo del fútbol. Con estos cinco héroes haremos un viaje al fútbol que va desde los años 80 hasta la primera década de los 2000, y será también una forma de entender cómo ha cambiado este maravilloso juego.

Azul en el ADN

Roberto Baggio, que estará presente en la ceremonia inaugural (jueves 12 de octubre a las 18 horas), ganó el Balón de Oro en 1993, cuando vestía la camiseta de la Juve. Primero vistió la de la Fiorentina (y su paso a los Bianconeri fue objeto de una verdadera batalla popular), luego vistió las de Milán, Inter, Bolonia y Brescia. Pero el color que mejor lo representa es el azul. El azul de la selección. Baggio fue, más que otros campeones de su época, un símbolo del fútbol italiano. Más: fue un sueño. Los niños se volvían locos por él, lo imitaban, estudiaban sus movimientos y juegos e intentaban reproducirlos en juegos con sus amigos. Un auténtico héroe al que agarrarse en momentos difíciles (¿recuerdan el doblete ante Nigeria en el Mundial de 1994?). El abogado Agnelli, que sabía mucho de fútbol, ​​lo había comparado con Raffaello: perfección absoluta.

Clase y poder

Karl-Heinz Rummenigge, presente el jueves 12 a las 16.30 horas, ganó dos veces el Balón de Oro: en 1980 y 1981. Fue, en ese período, el mejor delantero de Europa. Combinaba poder con clase. Preciso en su disparo, tanto por derecha como por izquierda, muy hábil con la cabeza, valiente en sus acrobacias, los defensores, cuando debían marcarlo, se santiguaban: detenerlo era imposible. Su mejor etapa, aquella en la que mereció el trofeo, fue la que pasó en el Bayern de Múnich. Luego, en una fase de descenso por algunos problemas físicos, aterrizó en Italia, en el Inter. E inmediatamente se convirtió en un ídolo para la afición, que reconocía en él a un jugador con habilidades superiores a la media.

Bombardeo

Jean-Pierre Papin (presente el sábado 14 a las 16.30 horas) es recordado sobre todo por sus cualidades de delantero centro letal. Permaneció en el Milán dos temporadas, de 1992 a 1994, pero el francés se había hecho grande con la camiseta del Olympique de Marsella. De 1990 a 1992, durante tres ediciones consecutivas, fue máximo goleador de la Copa de Europa, trofeo que ganó con el Milan en 1994. En los rossoneri su carrera se cruzó con la de Marco Van Basten, que estaba en declive debido a conocidos problemas físicos. Y permaneciendo en el ámbito rossoneri, aquí está Andriy Shevchenko (actuará en Trento el viernes 13 a las 18 horas), el viento del este que lo arrasa todo. Ganó el Balón de Oro en 2004, después de haber decidido la final de la Liga de Campeones a favor del Milán contra la Juventus en 2003 con un penalti perfecto. Fantástico delantero por su potencia y precisión en el tiro, marcó una época que quedará para siempre en la memoria de los aficionados rossoneri y, en general, de los amantes del fútbol.

Talento

Y luego, en esta serie de fenómenos, está Ronaldinho, el genio y la temeridad. En Italia se dio a conocer con la camiseta del AC Milan, pero anteriormente había encantado al público de todo el mundo con el Barcelona. Su famoso «elástico» (la pelota está, la pelota no), su sonrisa grosera, sus tiros libres teledirigidos son piezas de antología. Es imposible no amarlo, a pesar de sus rabietas y su comportamiento siempre al límite. Ronaldinho (en el escenario el jueves 12 a las 20 horas) era alguien que se dirigía al balón como «tu». Y lo bueno fue que la pelota casi siempre le respondía…





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