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Hace poco, en un cóctel, mientras esperaba a que comenzara un discurso, tuve una breve conversación con una mujer que parecía seguir un hilo en el que yo había estado pensando durante meses. Mientras estábamos sentados juntos a la sombra, le pregunté cómo había sido su verano y ella mencionó que estaba celebrando un cumpleaños importante: había cumplido 60 años este año.
Últimamente he estado pensando en cómo las mujeres transitan las diferentes etapas de su vida y le pregunté a la mujer cómo se sentía al respecto. Confesó que a menudo había restado importancia a sus cumpleaños en el pasado porque tenía sentimientos encontrados sobre el envejecimiento, pero había decidido abordarlo de manera diferente este año porque estaba ansiosa por comenzar esta nueva década. Sus cuarenta habían sido un desafío, sus cincuenta habían sido maravillosos y esperaba que la vida siguiera mejorando. Se inclinó hacia mí con una sonrisa y dijo: “Si una mujer de 59 años se postula para la presidencia de los EE. UU., quién sabe lo que yo misma podría hacer en los próximos años”. Sonreí ampliamente y le deseé un comienzo increíble para su nueva década.
Desde entonces, he seguido pensando en cómo
Las mujeres reflexionan sobre los años intermedios y finales de sus vidas. Comprendo que mucho depende de las circunstancias específicas de cada una, pero me gustaría que hubiera más conversaciones públicas sobre cómo las mujeres pueden seguir prosperando, creando, expandiéndose y cambiando el mundo incluso cuando sus propios mundos cambian.
Estuve en Venecia este verano, En la Galería de la Academia se encuentra el cuadro de Giorgione “La anciana” (c. 1506). Se trata del retrato de una mujer que lleva una túnica rosa y un chal blanco sobre un hombro. No se sabe con certeza su edad, dado el período histórico. Pero, ya tuviera 40, 50 o 60 años, lo cierto es que se la consideraba vieja.
Mira al espectador como si nos culpara de su aspecto lamentable. Mechones de pelo ralo y desordenado caen de una gorra blanca suelta. Tiene la boca ligeramente entreabierta y, a través de los dientes que le faltan, parece que esté a punto de decirnos algo. En su mano derecha sostiene un trozo de papel que dice “col tempo”, que significa “con el tiempo”, y señala hacia su pecho. Todos seremos como ella a su debido tiempo. Viejos.
El cuadro parece ser un símbolo de una visión antigua y problemática de la mujer mayor. Una mujer mayor aparentemente deshecha, que lucha por ofrecer al mundo algo comprensible. Puede que ya no pintemos a las mujeres así, pero hay muchos elementos de nuestra cultura que sugieren que todavía creemos que las mujeres pierden su energía verdaderamente generativa después de cierta edad. Sin embargo, ¿no conocemos a muchas mujeres que han cambiado de carrera y han logrado cosas loables a los cincuenta, sesenta y más años? Podría nombrar a varias. Por supuesto, mucho depende de las circunstancias específicas de la vida de cada uno, incluidas las cosas que no están bajo nuestro control. Pero sigo creyendo que cuando alguien acepta su vida y cree en su propio valor y valía, hay formas de seguir creciendo y floreciendo y de alentar el propósito y la expansión en las vidas de los demás.
Me encanta el autorretrato que Alice Neel realizó en 1980, cuando tenía 80 años. La artista está sentada en un sillón de rayas azules y blancas completamente desnuda, salvo por las gafas que lleva en la cara, un pincel en la mano derecha y lo que parece un trapo de limpieza en la izquierda. Está sentada en el borde de la silla, con la cabeza en alto mientras mira fijamente al espectador. Lo que podría ser una postura de vulnerabilidad parece ser, en cambio, una postura de confianza y autoconciencia. Sus pechos cuelgan sobre su estómago y vemos la carne hinchada en sus tobillos. Su cabello es completamente blanco. Pero no solo acepta esta etapa de su vida física, sino que parece reclamarla con orgullo. El pincel es un símbolo de su vida creativa, la vitalidad y la fertilidad que todavía posee como artista, alguien que todavía trabaja y da a luz nuevas creaciones.
Es una pintura desafiante y sin complejos que nos provoca a pensar en cómo consideramos a las mujeres en esta etapa de sus vidas. Me gusta pensar que la obra es una invitación a otras mujeres a considerar cómo nos vemos y entendemos a nosotras mismas, independientemente de lo que pueda decir la sociedad. ¿A qué partes de nuestra identidad debemos aferrarnos y cómo aprendemos a narrar nuestras propias vidas a medida que crecemos?
El cuadro de 2017-18 “Una búsqueda solitaria” La obra de la artista nigeriano-estadounidense Toyin Ojih Odutola tiene un aire poderoso y autoritario. Una mujer negra mayor con un afro blanco y gafas de montura oscura se sienta en el asiento del conductor de un descapotable rosa. Lleva una camisa blanca abotonada y un codo apoyado en el marco de la ventanilla. El techo del coche está echado hacia atrás y podemos ver que está en medio de un vasto paisaje. Nos mira, pero no a nosotros: no somos el centro de su atención, aunque ella sí lo es de la nuestra.
Me encanta esta imagen porque sugiere una gran autocontrol. Sentada en el asiento del conductor con una estimación aparentemente clara de sí misma, está llevando su vida en la dirección que quiere, y la extensión de tierra abierta sugiere que todavía hay posibilidades para ella. La semana pasada asistí a los Premios DVF, una ceremonia establecida por Diane von Furstenberg y la Fundación de la Familia Diller-von Furstenberg, para celebrar a las mujeres que están usando sus vidas para promover la justicia, la igualdad y el cuidado de los demás. Fue inspirador, poderoso y hermoso estar en una sala con generaciones de mujeres, desde los veinte hasta los setenta, apoyándose y alentándose mutuamente. Mientras las miraba, pensé en el poder que obtiene una mujer al vivir la vida en sus propios términos, independientemente de cuándo el mundo crea que se acabará su tiempo.
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