El escritor es economista sénior de mercados emergentes en Capital Economics
Las señales de que el presidente turco recién reelegido, Recep Tayyip Erdoğan, está dispuesto a alejarse de las políticas económicas poco ortodoxas han llevado a un aumento en el optimismo de los inversores hacia su país.
Estos desarrollos son alentadores, pero los inversores no deben subestimar el tamaño del ajuste que la economía de Turquía necesita hacer y el riesgo de que Erdogan cambie de rumbo antes de que el cambio de política realmente despegue.
La economía de Turquía necesita desesperadamente un ajuste de política. Las bajas tasas de interés y las regulaciones monetarias restrictivas han resultado en la acumulación de grandes desequilibrios económicos, incluida una alta inflación, un amplio déficit en cuenta corriente y un tipo de cambio sobrevaluado.
Habían estado circulando rumores de que Erdoğan podría moderar sus políticas económicas si es reelegido. El nombramiento de Mehmet Şimşek como ministro de Hacienda y Finanzas es la primera señal convincente de que un cambio hacia la formulación de políticas económicas ortodoxas puede estar sobre la mesa. Şimşek es muy apreciado por los inversores y los mercados han reaccionado favorablemente a su nombramiento: el costo de los swaps de incumplimiento crediticio a cinco años de Turquía, que actúan como seguro contra un incumplimiento soberano, se ha reducido drásticamente.
No está claro por qué Erdoğan ha cambiado repentinamente de opinión. Tal vez se haya dado cuenta de que la política actual es insostenible y que ya no se necesita una estrategia de crecimiento a toda costa con las elecciones fuera del camino. Cualquiera que sea la razón, los funcionarios ahora están trabajando arduamente para reconstruir la credibilidad. Los comentarios de Şimşek durante el fin de semana marcaron muchas casillas: compromiso con la disciplina fiscal, estabilidad de precios y referencia a políticas más “racionales”.
Si se trata de un cambio real hacia la ortodoxia, se deben tomar rápidamente medidas creíbles. Entre los primeros estará el aflojar el control de la moneda por parte de los políticos. Se han utilizado varias restricciones de divisas e intervenciones del banco central para apuntalar la lira en un nivel artificialmente fuerte en los últimos meses. Estos tuvieron éxito antes de las elecciones, pero han tenido un costo: las reservas de divisas del banco central, que ya estaban en niveles peligrosamente bajos, han caído aún más y Turquía ha perdido mucha competitividad de exportación.
Los formuladores de políticas que desean un cambio sostenible en la cuenta corriente y atraer capital extranjero no pueden aspirar a lograrlo sin un tipo de cambio competitivo. Turquía necesita un ajuste significativo de la lira, tanto en términos nominales como reales. Un ritmo más rápido de depreciación sería una buena señal de que los políticos están reduciendo las intervenciones y permitiendo que la moneda vuelva a su valor razonable. Pero el tamaño del ajuste monetario requerido será sustancial. La inflación será más alta que de otro modo y las caídas de moneda grandes y desordenadas pueden causar tensiones en el sector privado.
El siguiente paso clave deberá implicar un cambio en la política del banco central. Un nuevo gobernador del banco central es un mínimo. Quienquiera que acepte el puesto deberá tener la libertad de aumentar drásticamente las tasas de interés. La experiencia en los mercados emergentes es que se necesitan muchos años de altas tasas de interés reales para que la inflación regrese a un solo dígito. Superar los obstáculos políticos para hacerlo podría resultar un desafío importante.
Todo esto era difícil de imaginar hace unas semanas, pero todavía hay preguntas sin respuesta. ¿Será este un cambio de política a medias en el que las tasas de interés se elevan solo gradualmente? ¿Es una estrategia temporal para ganar tiempo con los formuladores de políticas mientras las tensiones financieras externas siguen siendo tan agudas? El abrupto despido por parte de Erdogan del gobernador del banco central, Naci Agbal, en 2021, luego de que aumentara las tasas de interés, es una advertencia sobre los peligros de dejarse llevar por el optimismo en nombramientos sensatos demasiado rápido.
Si Ankara emprende un camino hacia la ortodoxia, las perspectivas a medio plazo de la economía podrían transformarse. La depreciación de la lira durante una década refleja en gran medida la amplia brecha entre las tasas de inflación turcas y mundiales y el exceso que los inversores han exigido para compensar por mantener la moneda. Las políticas que revierten estas tendencias tienen el potencial de sacar a Turquía de la trampa de alta inflación-depreciación de la moneda en la que ha estado durante años.
Por ahora, un enfoque clave es asegurarse de que este cambio de política se mantenga. Mientras el poder se concentre en las manos de Erdoğan, permanecerá la amenaza de que él ponga fin a la ortodoxia en cualquier momento. Es probable que esto permanezca integrado en las primas de riesgo de los activos turcos. Si el cambio de Erdogan resulta ser solo temporal, Turquía vuelve al punto de partida. Una grave crisis cambiaria se convertiría en una amenaza mayor y, en última instancia, podría causar grandes tensiones en el sector bancario y, quizás lo más preocupante, en las finanzas públicas.