Prevenir el desperdicio de alimentos, eso no debería ser tan difícil, ¿verdad? «¿Qué nos detiene?» hace una cruz


Arno Haijtema

Que nos detiene…, es el título de la serie de seis partes de Human en la que el periodista de investigación Jeroen Smit y dos periodistas climáticos buscan soluciones a preguntas que son fáciles de responder a primera vista. Como, en la Parte 1, el miércoles pasado: ¿Qué nos impide seguir desperdiciando alimentos? Nadie se beneficia si el consumidor arroja por descuido alimentos perfectamente comestibles a la papelera con ruedas, o si el supermercado llena los contenedores de basura con panecillos frescos sin vender y productos cárnicos que aún no han llegado a su fecha de caducidad.

Un ‘buceador de basura’ nocturno en ‘¿Qué nos detiene?’.Imagen humana

Tiene que ser radicalmente diferente, y se puede hacer: es difícil pensar en un grupo social que estaría en contra del ahorro en los alimentos, incluso los agricultores podrían brindar su apoyo desinteresadamente. Smit dio un resumen perspicaz y vergonzoso de lo que los Países Bajos tiran cada año. Dos millones de toneladas de comida, o un embotellamiento de camiones abarrotados, parachoques contra parachoques entre Utrecht y Barcelona. Si el mundo dejara de tirar alimentos innecesariamente, se ahorraría entre un 8 y un 10 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. En los Países Bajos el 6 por ciento.

El hecho de que las palabras importen, también en el envasado de alimentos, ha sido investigado en la Universidad de Wageningen. Si la fecha de consumo preferente se sustituyera por el término «larga vida útil», un tercio de los consumidores consumiría el producto en lugar de tirarlo. Muchos consumidores confunden la abreviatura (todavía requerida legalmente) de ‘mejor antes de’ con la fecha de caducidad anterior: qué malentendido trágico y torpe.

‘THT deshazte de eso’, fue la conclusión de uno buzos de basura quien, con un faro en la frente, descendió como un arqueólogo a los contenedores de basura de un supermercado. Desenterró tomates con imperfecciones, productos cárnicos, zanahorias, plátanos, pan crujiente y un ramo de flores, una rica cosecha, aunque cuesta acostumbrarse al origen.

Los supermercados están tomando iniciativas a regañadientes para combatir el desperdicio de alimentos. Por ejemplo, está la app Too Good To Go, con descuentos en productos cuya frescura de campo está en juego. Más salvaje aún es la apelación a los propios sentidos del consumidor: ‘Observe, huela, pruebe’ cómo le va a un producto antes de esclavizarse al calendario ya la arraigada legislación contraproducente.

Entusiasmado con lo que es posible para prevenir el desperdicio, Jeroen Smit cuestionó al director de sustentabilidad de Albert Heijn. Resultó que no sabían que los productos que han excedido su fecha de caducidad pueden venderse por otro año. Smit sugirió con impaciencia que el supermercado podría usar pancartas para que los consumidores se dieran cuenta de las posibilidades sin precedentes. La respuesta sonó aleccionadora ‘paso a paso’. Bueno, afortunadamente no necesariamente tenemos que esperar al líder del mercado, ese es el trabajo de Albert Heijn.

Otro episodio: ¿Qué nos impide restringir el SUV? Dale.



ttn-es-23