Maroni y los dos momentos más difíciles: la muerte de Biagi, los escándalos de Bossi

Hubo dos momentos que Roberto Maroni, fallecido el 22 de noviembre, consideró los más complejos de su vida política.

La temporada de Bienestar y el regreso del Br

El primero, en orden cronológico, cuando como Ministro de Bienestar vivió la muerte del abogado laboralista y su asesor, Marco Biagi, asesinados a manos de terroristas. Era el 19 de marzo de 2002 y el gobierno de Berlusconi había tomado posesión hacía menos de un año pero había puesto en la agenda una reforma del artículo 18 que costó la vida al profesor boloñés, autor del Libro Blanco sobre el trabajo, asesinado el su camino a casa en bicicleta. Un luto que aún llevaba dentro. Le tocó a él, junto al subsecretario Maurizio Sacconi, gestionar esos días y volver a poner factura a la dialéctica democrática que vio luz verde de Cisl y Uil.

Flexibilidad, «escalera» y bono Maroni

Una mediación con los sindicatos que archivó aquella reforma pero introdujo las primeras novedades contractuales así como una reforma de la seguridad social que ha quedado en la memoria como «la escalera de Maroni». En la práctica, un aumento de los requisitos de pensión de 57 a 60 años, luego cuestionada por el posterior gobierno de Prodi con un enorme gasto de recursos (alrededor de 10 mil millones). Y es una coincidencia que justo hoy, mientras el actual Ejecutivo Meloni lanza su primera ley de presupuesto, uno de sus «inventos» vuelve a convertirse en ley, rebautizado también con su nombre: bono Maroni, en la práctica un incentivo para quienes, a pesar de cumplir con los requisitos de pensión, decide seguir trabajando. En el ministerio de Via Veneto pasó su temporada más intensa, desde el punto de vista de la producción de leyes, mucho más que en el Viminale donde volvió en 2008 tras una primera breve experiencia en 1994.

Líder de la Liga para evitar su extinción

Y fue precisamente como ministro del Interior que vivió el otro momento que consideró el más complejo de su vida política, la gestión de la Liga tras los escándalos que involucraron a Bossi, los leales del círculo mágico y su familia. Optó por no retroceder y ponerse al frente de un partido que, tras los hechos de la Senatur, estaba por debajo del 4% y estaba en peligro de desaparecer. Incluso la decisión de postularse como gobernador de Lombardía respondía a esa misión, la de salvar al Carroccio de una extinción que parecía cercana. Ganó esas elecciones autonómicas y ganó también el desafío de hacer sobrevivir al partido, dejando la batuta a Salvini, elegido por él para la dirección. Las relaciones con el actual viceprimer ministro y secretario fluctúan entonces, intermitentes también por una visión política diferente de lo que debería haber sido la Liga y de la relación con el Norte. Un tema que todavía hoy está sobre la mesa.



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