El Inter in extremis empató en Turín. Árbitro y var bajo acusación. Milán se extiende

Milán, el síndrome «radical chic»

Y el Milán mientras tanto no frena. Por el contrario, logra realizar una hazaña casi excepcional, superando con creces al Empoli. Y eso es ser grande con un pequeño. El equipo de Pioli, aunque líder, teme estos partidos como la peste. Preferiría tratar con el Inter o la Juventus todos los domingos, que encontrarse con estos provincianos irrespetuosos. Con lo cual, quizás por exceso de seguridad, suele tirar por la borda preciados puntos. Un Milan “radical chic” que, sin embargo, con el Empoli superó esta extraña anomalía ganando como suele hacer la Juventus, es decir, aprovechando al máximo las oportunidades. Un tiro, un gol. Y todos se van a casa. Un gol señalado no por un delantero sino por un tapón, por ese Pierre Kalulu, de 21 años, que es un poco un símbolo de este joven Milán que tira el corazón por encima del obstáculo. Hasta hace unos meses, el chico, un francés de origen congoleño, figuraba entre las reservas. El primer equipo fue solo un buen sueño. Ahora, sin embargo, ha crecido mucho, demostrando ya en el Nápoles que es un punto fuerte de la defensa. Una victoria por la mínima, la del Milan ante los toscanos, pero que señala esa nueva madurez suya: la de llegar al punto en el que hay que sumar puntos. Sin la obsesión de ganar en grande.

La afición rossoneri ya cruza los dedos esperando que esta reconversión camino al título sea definitiva: los próximos 4 partidos son todos con equipos irresistibles (Cagliari, Bolonia, Turín, Génova). Aquí está entonces la tarea que tendrá Pioli: convencer a su banda de que puede tocar rock con cualquiera. En definitiva, ser los líderes: el que no desaira a nadie, sino que apunta directo a la meta.

Incluso el Napoli, tras el choque con el Milan, logró salir inmediatamente del atolladero yendo a Verona, gracias a un doblete del omnipresente Osimhen, bombazo de garantía cuando está bien servido. Con el Milan le había ido mal, precisamente por falta de asistencias: en Verona en cambio, gracias a una verticalidad en la acción que parecía haber desaparecido, los napolitanos pusieron a Osimhen en las mejores condiciones para cerrar el partido. Spalletti en la víspera había vuelto a catequizar a sus padres diciendo que «una derrota podía ser fatal». Pero Verona, por lo general, es «fatal» solo para el Milán…

Hablando de senderos favorables: en el cuarto lugar, Juventus continúa su ascenso hacia la luz. Esta vez ganando (1-3) con la Sampdoria en Génova. Es su decimoquinto resultado consecutivo. Y obtenido con Vlahovic en el banquillo, Alguien dirá: pero luego esta Juve por fin vuelve a asustar. Mah… Digamos que Madame comienza a ser escuchada en los pisos superiores. La Señora es siempre la Señora. Sin embargo, incluso el éxito con la Sampdoria es una pequeña obra maestra del alegre perfil bajo con tres goles, todo un poco así. Uno es un gol en propia puerta de Yoshida en el habitual centro de Cuadrado. El segundo viene de una falta de Sabiri desviada a la red por Morata. Y la tercera es del propio Morata que, en una esquina, se adelanta a todos con la cabeza. Nada malo. Esta es también la forma de ganar. Sin un solo tiro en el poste sobre la acción. Es pura suerte, dicen los malvados. No, hay un método, responden los jorobados más irreductibles. A Allegri, que ciertamente no necesita abogados, no le importan las críticas. ¿No te gusta nuestro juego? Sí, pero mientras tanto hace, Y allá arriba, el Conde Max se ríe, alguien se enfada.

«Bombardear Nápoles»

Ni siquiera merecería una línea porque lo que quieren los ultras es visibilidad. Pero nos toca para que conste. El sábado por la noche dentro del estadio de Verona apareció una pancarta (con la bandera rusa y ucraniana) instando a bombardear Nápoles. ¿Qué decir? Nada. Es un episodio tan indecente que habla por sí solo. Lamentablemente, junto con el racismo, estos episodios son uno de los lados oscuros del fútbol. Y estadios. Que muchas veces actúan como un megáfono para aquellos que ni siquiera saben distinguir un partido de 90 minutos de una matanza infinita.



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