Cuando el autócrata ruso Vladimir Putin invadió su país vecino, Ucrania, en febrero del año pasado, millones de ucranianos se vieron obligados a huir de la violencia de la guerra. Varias decenas de miles también llegaron a Bélgica. Fue un shock organizativo y social, pero gracias al esfuerzo de muchos, incluido el gobierno, nuestro país logró digerir ese difícil momento con relativa tranquilidad. Incluso ahora que está claro que la guerra no terminará pronto, esa conclusión sigue siendo válida.
Cuando se buscó y encontró mucho refugio para los refugiados de guerra ucranianos, algunos criticaron el marcado contraste entre esa generosidad y la actitud mucho más escéptica, también del gobierno, hacia otros solicitantes de asilo y migrantes. Esa crítica siempre sonó un poco dura, como si a los ucranianos no se les diera un refugio seguro porque a otros tampoco siempre se les da. Sólo ahora, ahora que también ha estallado una guerra despiadada y horrible en Israel y Gaza, ha quedado claro cuán justificadas estaban las críticas.
Porque hay dos tallas y dos pesos, y ni siquiera está escondido. Tan generosa -y con razón- ha sido la acogida del pueblo ucraniano, así de desconfiada y negativa es la actitud hacia los posibles refugiados palestinos. Y los niños son las primeras víctimas.
Es casi inimaginable que una Secretaria de Estado de Asilo y Migración o su Departamento de Inmigración emitan una directiva a los municipios para negar a los niños nacidos aquí de padres con raíces palestinas el derecho a la nacionalidad belga. Sin embargo, sucedió. Si se puede demostrar que los padres tienen una nacionalidad fija, como la palestina, entonces al niño también se le debe otorgar esa nacionalidad. Porque entonces no hay riesgo de apatridia. Aunque convertir a los palestinos en apátridas es en gran medida el objetivo de la guerra de represalia y la colonización del ejército israelí en Cisjordania.
De esta manera, la Secretaria de Estado Nicole De Moor (CD&V) quiere bloquear el abuso del derecho a la reunificación familiar. Que tomes tal medida en tiempos de paz, hasta ahora. La ley es la ley. Pero en un momento en el que hay una guerra que también mata sin piedad a civiles y niños, la compasión es apropiada. ¿Adónde deberían ir esos niños “palestinos”? ¿A Gaza? ¿Tenemos miedo de una corriente migratoria de madres palestinas muy embarazadas? ¿De qué otra manera puedes llamar a esto además de desalmado?
La ingenuidad no está permitida. En muchos lugares de Europa hay una gran mayoría a favor de una política migratoria más estricta. El hecho de que la política refleje esta tendencia es parte de las reglas del juego democrático. El pacto migratorio europeo, que el Secretario de Estado De Moor espera finalizar en los próximos meses, avanza en gran medida en esa dirección.
Pero ¿puede todavía haber algo de humanidad? Hay límites para ceder ante el llamado de los extremos. La atención a los niños recién nacidos en tiempos de guerra debería ir mucho más allá de ese límite.