Vladimir Putin ha creado su propia peor pesadilla


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Hace quince meses, el ejército de Vladimir Putin estaba en las afueras de Kiev. Ahora el líder ruso lucha por mantener el control en Moscú.

La rebelión de las fuerzas de Wagner, dirigida por Yevgeny Prigozhin, es la confirmación final de cuán catastróficamente mal ha resultado la guerra en Ucrania para Putin. Incluso si el líder ruso prevalece en la batalla inmediata contra Wagner, es difícil creer que Putin finalmente pueda sobrevivir a este tipo de humillación. Su prestigio, su poder, incluso su vida, están ahora en juego.

La ironía histórica es que las propias acciones de Putin han provocado lo que más teme: una insurrección que amenaza tanto al estado ruso como a su propio poder personal.

El temor de Putin a una “revolución de color” en Rusia data de hace casi 20 años. Oportunamente, sus orígenes se encuentran en Ucrania. La revolución naranja de 2004, un levantamiento popular y democrático contra unas elecciones amañadas en Ucrania, provocó una paranoia en el presidente ruso que se ha intensificado constantemente a lo largo de los años.

Desde entonces, Putin ha sido perseguido por dos temores vinculados. Primero, que Ucrania se escaparía irrevocablemente de las garras de Rusia. En segundo lugar, que un levantamiento exitoso a favor de la democracia en Kiev sería un simulacro para lo mismo en Moscú.

Su decisión de invadir Ucrania en 2022 fue un esfuerzo por acabar finalmente con ambos peligros, mediante la instalación de un gobierno autoritario prorruso en Kiev.

Como ex agente de inteligencia y teórico de la conspiración, Putin estaba convencido de que los orígenes de cualquier “revolución de color”, ya sea en Ucrania o Rusia, estarían en Washington. Su negativa a creer que los ucranianos pudieran tener agencia o poder lo llevó a subestimar fatalmente la fuerza de la resistencia del país a una invasión rusa.

Además de subestimar la fuerza ucraniana, Putin, ebrio de la mitología del Ejército Rojo de la década de 1940, sobreestimó fatalmente el propio poder militar de Rusia. El fracaso del ejército ruso abrió la puerta para que el grupo de Wagner entrara en guerra. Esto le dio a Prigozhin su propia base de poder y plataforma de propaganda y, en última instancia, le permitió volverse contra el estado ruso.

El discurso de Putin al pueblo ruso siempre ha sido que rescató al país de la anarquía de la década de 1990. Pero lo que está sucediendo ahora recuerda el fallido golpe militar y de línea dura contra Mikhail Gorbachev en 1991, cuando Boris Yeltsin montó un tanque frente al parlamento. En ese momento, el pueblo de Moscú desempeñó un papel vital en el desarrollo de los acontecimientos. La reacción de la población rusa al levantamiento de Prigozhin será una parte crucial, y hasta ahora desconocida, de esta historia.

En sus primeros comentarios sobre el levantamiento de Prigozhin, Putin recordó un precedente aún más oscuro: la supuesta “puñalada por la espalda” que puso fin al esfuerzo de guerra ruso en 1917 y llevó al país a la revolución y la guerra civil. Estas palabras estaban destinadas a transmitir firmeza de propósito. Pero no eran tranquilizadores.

La insurrección de Wagner dará esperanza a los opositores al régimen de Putin, tanto dentro como fuera de Rusia. Para el ejército ucraniano, cuya contraofensiva no ha logrado abrirse paso, esto parece una oportunidad histórica. Si las fuerzas de Rusia se enfrentan entre sí, o se retiran del frente para defender a Putin, podrían retirarse en el este de Ucrania.

Los presos políticos en Rusia, como Alexei Navalny o Vladimir Kara-Murza, también deben tener un nuevo sentido de esperanza y oportunidad. Ellos también pueden desempeñar un papel en los próximos meses.

Prigozhin, por supuesto, no es liberal. Su retórica es estridentemente nacionalista e imperialista. Las fuerzas de Wagner tienen una bien ganada reputación de brutalidad. Pero Prigozhin, como Putin, ahora ha desatado fuerzas que le costará controlar.

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