Un nuevo caso agita al Vaticano respecto al respeto de los derechos civiles y las libertades individuales. Después de la polémica sobre la prohibición de tatuajes y piercings para los empleados de la Fabbrica di San Pietro, se ha registrado otra discriminación en la Santa Sede, esta vez sufrida por dos empleados del IOR por su deseo de formar una familia. Según informó Il Messaggero, los trabajadores estarían en riesgo de ser despedidos porque, al enamorarse en la oficina, habrían decidido casarse.
Esta es una norma interna del Instituto de Obras de Religión
Una norma que también suena contradictoria con las exhortaciones del Papa Francisco que, recientemente, ha insistido mucho a los fieles sobre la importancia de formar una familia. Sin embargo, entre las normas internas del Instituto para las Obras de Religión parece haber una que prevé la extinción del contrato de trabajo de los dos cónyuges a partir de los 30 días siguientes a la celebración del matrimonio. Salvo que uno de los cónyuges renuncie voluntariamente a su empleo.
¿Qué establece el reglamento?
Esto se debe a que el reglamento del IOR explica que «queda prohibida la contratación de cónyuges, parientes consanguíneos hasta el cuarto grado y parientes en primer y segundo grado, según el cómputo canónico, de personas y administradores dentro del Instituto». No solo. «Para garantizar la igualdad de trato – en los casos citados anteriormente -, incluso la celebración de un matrimonio canónico entre un empleado del Instituto y otro empleado del Instituto o de otras administraciones del Estado de la Ciudad del Vaticano constituye una causa de pérdida del requisitos de contratación. La presente causa de pérdida de los requisitos de contratación se considera superada para uno de los dos cónyuges si el otro cesa su relación laboral con el Instituto y con las demás administraciones del Vaticano, dentro de los 30 días siguientes a la celebración del matrimonio”.
La palabra pasa a la Oficina de Trabajo de la Sede Apostólica
La historia de los dos jóvenes empleados que se conocieron en las ventanillas de una sucursal bancaria y que querían casarse – pero sin perder su empleo – ha llegado a Ulsa, la Oficina de Empleo de la Sede Apostólica, que en cualquier caso aún no ha tomado cualquier decisión.