Ha llegado el momento el 1 de enero de 2024. Entonces entrará en vigor la directiva nacional que prohibirá los teléfonos inteligentes y otros dispositivos digitales en las aulas de secundaria, a menos que se utilicen con fines educativos. En el período previo a la prohibición, muchas escuelas se centran principalmente en el lado práctico de las cosas. ¿Cómo se hace cumplir tal prohibición? ¿En qué situaciones educativas permitimos las herramientas digitales? ¿Cómo se garantiza que padres y estudiantes apoyen la nueva realidad escolar sin teléfonos inteligentes? Estas son preguntas importantes y legítimas, pero ocultan algo esencial: la oportunidad única que ofrece esta medida para aumentar la alfabetización mediática de los jóvenes.
Quienes se oponen a la prohibición de los teléfonos inteligentes argumentan a menudo que los jóvenes deben aprender a lidiar con la realidad de la pantalla y que la prohibición del teléfono móvil se interpone en este camino. Nada es menos cierto. Precisamente al retirarse temporalmente del digital se crea la distancia necesaria para verlo con ojo crítico; ciertamente no es un lujo innecesario en tiempos de desinformación y adicción a las pantallas.
Sobre el Autor
Hans Schnitzler es filósofo y autor de Desintoxicación digital: una búsqueda filosófica para todos con un teléfono inteligente.
Esta es una contribución enviada, que no refleja necesariamente la posición de De Volkskrant. Lea más sobre nuestra política con respecto a los artículos de opinión aquí.
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Por ejemplo, cualquiera que se pregunte si pasar cinco horas o más frente a una pantalla contribuye a una “buena vida” tendrá que ponerlo a prueba. Si la felicidad es el objetivo máximo de la buena vida, como tradicionalmente han creído muchos filósofos, entonces experimentar de primera mano lo que hace la ausencia de un teléfono inteligente es una forma sumamente efectiva de investigar en qué medida el teléfono móvil beneficia (o no) esa felicidad. . El edificio de la escuela, donde los jóvenes pueden aprender y experimentar con libertad y seguridad, es un entorno ideal para orientarse en este sentido.
En las escuelas donde ya se aplica la prohibición de los teléfonos inteligentes, profesores y estudiantes observan que hay más interacción social, especialmente durante los descansos. Tal observación ofrece herramientas didácticas para iniciar una conversación sobre el significado de la conectividad. ¿Qué significa estar constantemente en línea y accesible? ¿Qué papel juega el cuerpo cuando nos comunicamos entre nosotros y cómo se relaciona eso con las interacciones a través de las pantallas? ¿Por qué es tan difícil separarse de la pantalla?
Estas preguntas dan a los jóvenes espacio para reflexionar sobre su relación con el mundo de la pantalla y estimulan una conciencia digital crítica. Es decir, les ayuda a hacer una valoración crítica entre las ventajas y desventajas del uso de herramientas digitales. En otras palabras, aumenta su juicio.
Desde 2016, realizo una desintoxicación digital de una semana con mis alumnos en la Academia Bildung, un movimiento educativo que quiere volver a dar a la responsabilidad social y a la educación general un lugar central en la educación. No lo hago porque quiera convertirlos en abstemios digitales o porque esté en contra de los teléfonos inteligentes. Esta desintoxicación es un ejercicio ético que se centra en la cuestión de la buena vida: ¿qué hace que valga la pena vivir la vida, qué valores considero importantes y dignos de perseguir y hasta qué punto las pantallas sirven para este propósito?
Para mis alumnos, la desintoxicación digital es una experiencia de aprendizaje rica y catártica. Descubren lo que significa moverse sin distracciones digitales, cómo afecta su capacidad de prestar atención y sus interacciones con los demás. “Sólo ahora me doy cuenta de lo entumecido que estoy siempre”, concluyó uno de los participantes en el experimento de desintoxicación. Esta observación estimula el pensamiento y ofrece oportunidades para cuestionar y discutir la cribación de la existencia junto con los estudiantes. Es un ejercicio que sensibiliza a los medios y aumenta la resiliencia digital.
En definitiva, queridos dirigentes escolares y docentes, utilicen esta medida para iniciar la conversación sobre digitalización y hábitos frente a las pantallas. Junto con padres, estudiantes y colegas, haga un balance de los efectos de un entorno de aprendizaje sin teléfonos inteligentes, organice una semana temática sobre la influencia de la tecnología en nuestra humanidad y pregúntese qué podría significar esto para el diseño de la educación. Sin duda contribuirá a una conciencia digital más crítica y, quién sabe, evitará que a largo plazo todos nos convirtamos en smombies, es decir, zombies de smartphones.
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