Ropa, libros y chucherías. Durante cincuenta años se podían encontrar en el mercadillo anual de la iglesia protestante de Emmer-Compascuum. Hoy es la última edición y después la organización parará.
El mercadillo del pueblo está lleno de gente. Grupos de personas pasan lentamente por todos los puestos que venden mercancías. Greetje Smit, de la organización, disfruta viendo la escena, ha sido voluntaria durante quince años, pero a partir de hoy dejará de hacerlo.
Ella dice por necesidad. “Cada año el mercadillo genera menos dinero, lo que dificulta la organización. Además, nuestros voluntarios envejecen y el almacén junto a la iglesia donde se guardan todos los objetos ya no es seguro. El suelo se hunde. No hay otro lugar donde almacenar. Todo nos hace parar”.
Harm Joling, un colega de Smit, camina entre los cazadores de gangas. En la mano lleva un álbum de fotografías con instantáneas del mercadillo que datan de los años 70.
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