Es (en secreto) el sueño de todo aquel que trabaja en el sector de servicios: recibir algún día una gran propina que pueda utilizar para comprar, por ejemplo, un bonito coche. Para una camarera estadounidense, ese sueño se hizo realidad a principios de este mes, después de que un huésped dejara en el restaurante un sobre que contenía 10.000 dólares. Se podría decir que es una historia clásica para sentirse bien, en la que solo hay ganadores, hasta que dio un giro desagradable.
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