Una batalla inimaginable contra personas que ayudan a otras personas.

franco heinen

Imagínate: te vienen a decir que tu hijo ya no vive, que murió en un accidente de patinete. Entonces imagina cómo a partir de ese momento las cosas han perdido su brillo y el tiempo se ha detenido. Imagínese entonces, como padres, terminar en otra parte de su vida irreparablemente dañada y una mañana leyendo en el periódico sobre botes rotos y las caminatas sigilosas de frontera a frontera, y piensa: vamos a ayudar. Y luego imagina que realmente vas a hacer eso.

Que ayude a los barcos y a las personas que se están ahogando a llegar a la costa griega, que los guíe hasta los puertos, que les dé un chaleco salvavidas, que haga lo que los gobiernos no hacen, mientras están obligados a hacerlo por todo tipo de leyes y tratados, que lo asume Europa si su indolencia no se salda. Y como le hablas a esa gente y escuchas lo que han vivido, te tienes que imaginar, piensas, lo que hemos vivido ya es tanto y tan grande.

Y luego imagina que unos años más tarde te acusan de tráfico de personas, espionaje y pertenencia a una organización criminal. Y luego, cómo regresas para defenderte en un caso de cuatro años por algo por lo que no podías imaginar tener que defenderte.

Imposible de imaginar, pero hay que hacerlo. Porque sucede.

Solo pregúntale a Pieter Wittenberg.

Pieter Wittenberg se presentó ante Grecia el martes por una demanda que debería formar un nuevo y desalentador símbolo en la lucha contra la ayuda privada a los refugiados, un nuevo caso Rackete. La alemana Carola Rackete se enfrentó al viceprimer ministro italiano Matteo Salvini en 2019 después de que llevara a un lugar seguro a refugiados que estaban en peligro de ahogarse entre el norte de África y la costa italiana. Salvini trató de caricaturizarla: una excéntrica, una comunista, alguien cuyas palabras y creencias no valía la pena tomar en serio. No te molestes, no canses tu imaginación innecesariamente. Entre líneas de la amenaza de Salvini había un mensaje en su momento para todos los que apoyaban a Rackete, que admiraban su valentía y perseverancia: da lo mejor de ti, imagina que eres ella, y luego piensa cómo te vamos a amargar la vida.

Tal vez sea posible suspender temporalmente su moral, y como país tomar todos los medios legales a su alcance contra los solitarios que recogen lo que se les cae, porque es más conveniente políticamente. En mi opinión, sin embargo, no es sólo la moral la que está suspendida, sino sobre todo la imaginación. Así que puedes: dejar de imaginar cómo es estar huyendo, cómo se siente ser no deseado en todas partes, cómo debe ser cuando tu futuro se extiende frente a ti en un salón de eventos en algún lugar de Groningen del que Ana van Es informó en este diario el martes: ‘Este salón con paredes negras, ratones por todas partes, esperando una primera audiencia por parte de las autoridades’.

Al parecer, puede suspender su capacidad de imaginar cosas. Pero es inútil.

Imagina, imagina, sigue imaginando.

Sólo existe cuando lo imaginas.



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