Un tumor está creciendo repentinamente en mi mamá.

La autora Lize Spit y su colega holandesa Bregje Hofstede, ambas de 1988, se turnan para contar sus vidas.

Lize escupir16 de abril de 202203:00

De compras con mi hermana. Compro una tarjeta con un fragmento de un jarrón clavado, con el texto: ‘Fragmento de felicidad’.

“¿Para quién es?”, pregunta ella.

“Para aquellos que lo necesitan primero.”

Ella se queda esa noche. “Supongamos que pudieras hacerle a mamá o papá cinco preguntas a las que deben responder honestamente, ¿qué te gustaría saber?”, pregunto. Pasamos toda la noche planteando preguntas serias.

Un día después, R. y yo paseamos por Ostende con una botella de champán, para firmar el compromiso de un estudio. En el dique -luz de diciembre- me detengo en la tienda de modelos donde en una tarjeta se mencionan las acciones de las figuras en miniatura, con descripciones secas. ‘Exhibicionista está orgulloso de su tripa gorda’. Y: ‘Ladrón de bolsos recibe un paraguas en la cabeza de una mujer valiente’. Quiero tomarle una foto.

Un mensaje de mi hermana: “¿Has leído el correo mamá?”

Un correo electrónico en mi bandeja de entrada. El tema: ‘comunicación’. Se adjunta un archivo de Word titulado ‘esófago’. En pocas frases, secas como las descripciones de las escenas en miniatura, se anota: problemas para tragar, biopsia, malas noticias.

Algo se inclina. Algo que ni siquiera sabía que tenía dos lados, algo tan grande que me asombra que puede volcarse así, como el golpe de un dedo derribando una montaña.

El impacto está en parte en el contraste. No es que las personas que beben un vaso de agua con gas embotellada en un sillón destartalado no se sorprendan con esta noticia, pero con una botella de champán en camino a la felicidad futura muy concreta, es tan sorprendente. Y esas cinco preguntas sinceras que se nos ocurrieron ayer: una coincidencia perversa.

Llamo a mi madre. Mi ira dura lo que duró mi infancia, durante diecisiete años mastico sus defectos. Recientemente me di cuenta de que por cada ira, algo más eventualmente debe tomar su lugar: el embarazo les da a todos mis amigos una inyección de bondad. Yo no tengo hijos. De repente, un tumor está creciendo en mi mamá.

“Mamá, realmente tenemos que empezar a hablar”, le digo.

El que vive más cerca del destino llega el último. Y así hay innumerables clichés sobre el tiempo. Yo también tenía algún tipo de planificación en mi cabeza, basada en, sí, ¿exactamente en qué, en una esperanza de vida promedio? Ahora la fecha límite está justo debajo de mis pies. Esa noche no duermo, tristeza, miedo -claro- pero también un subidón apremiante. Me pongo al día con las previsiones de Google.

Hoy, cuatro meses después, el cáncer resulta metastásico e incurable, y R. y yo tenemos las llaves del estudio.

Entregué el fragmento. Hice dos de mis cinco preguntas. Se crean tres nuevos a partir de cada respuesta.



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