Dice que es el último testigo vivo que vio estrellarse el bombardero inglés Lancaster cerca de Anreep. Gerhard Taatgen, de Vries, cuando tenía 10 años durante la Segunda Guerra Mundial, vio con sus propios ojos cómo el avión descendía en picado.
Taatgen vivió en Assen hace ochenta años y recuerda bien aquel acontecimiento. “Era una noche oscura y aterradora. Había guerra en el cielo. Los bombarderos pesados se estaban volviendo locos y se podían escuchar explosiones por todas partes. Cuando salimos vimos una especie de antorcha encendida cayendo. Ese era, por supuesto, el Lancaster. En algún lugar más adelante se estrelló.” Eso terminó siendo con Anreep.
Hace ochenta años no había lugar para miradas indiscretas en el lugar del accidente. La zona fue acordonada. “También había toque de queda, por lo que nadie se atrevió a ir por ese camino”. Taatgen seguía sintiendo curiosidad por el incidente. Dos días después decidió echar un vistazo con sus amigos, pero la mayor parte ya había sido retirada.
“Una de las cosas que recuerdo es que había una gran piedra cubierta de sangre. Eso nos tranquilizó un poco. Nuestra aventura se tornó en amarga seriedad”.
Eso le dejó una profunda impresión. “Allí murieron jóvenes. Indirectamente ante nuestros ojos. Como si realmente hubieras sufrido un accidente, nunca lo olvidarás”. Taatgen se quedó con un recuerdo de su visita al lugar. “Plexiglás, que se usó para las ventanillas del avión. Estaba en el suelo. Le cortamos pedazos y le hicimos anillos. Para conmemorar”.