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La idea de un vehículo conducido por el comité ejecutivo no inspira confianza. Los inversores de Stellantis rebajaron drásticamente sus acciones ante la noticia de que el director ejecutivo Carlos Tavares había dimitido. Hasta que se nombre un sucesor, un comité recién formado tomará el mando, encabezado por el presidente John Elkann.
Dada la profundidad del pozo en el que se encuentra Stellantis (con las acciones cayendo más del 40 por ciento en lo que va del año), la reacción del precio de las acciones refleja el hecho de que la partida del ejecutivo no acerca mucho más al fabricante de automóviles a la recuperación.
Stellantis se enfrenta a una apuesta fallida. El estallido de rentabilidad del grupo (con márgenes operativos en 2023 un 60 por ciento más altos que los de su rival Volkswagen) resultó ser el resultado de aumentos de precios insostenibles durante la escasez de suministro posterior a Covid. Cuando la disponibilidad volvió al mercado, los consumidores abandonaron sus modelos en masa. La acumulación de existencias resultante sólo se está revirtiendo gradualmente.
Puede resultar difícil para el arquitecto de una caída en picada ser el que tome el rumbo correcto. Tavares, por ejemplo, emprendió un amplio cambio de gestión en octubre, que implicó la salida de la directora financiera del grupo, Natalie Knight. Si bien “los subjefes deben rodar” no es una respuesta infrecuente cuando una empresa tiene problemas, resultó difícil cuadrar el fallo (esencialmente estratégico) de la empresa.
Tavares, que a todas luces tiene una personalidad fuerte, también logró cruzar espadas con muchas de las partes interesadas clave de Stellantis. Los distribuidores estadounidenses dieron la alarma en octubre, escribiendo un carta abierta expresando sus preocupaciones sobre la estrategia del grupo. El viceprimer ministro italiano Matteo Salvini exigió una disculpa después de una sesión parlamentaria irritable. Los sindicatos de Italia y Francia han expresado su preocupación por los recortes de costes del grupo.
Si bien era cada vez más improbable que Tavares cumpliera su mandato completo, que habría expirado a principios de 2026, este viraje abrupto deja a Stellantis sin conductor en un momento crítico.
Eliminar el exceso de inventario estadounidense es el primer paso de cualquier plan de recuperación. Pero la acumulación es un síntoma, más que la causa, de los problemas del grupo. La raíz es la caída de su participación en el mercado estadounidense, que ha disminuido del 14 por ciento en 2019 a alrededor del 8 por ciento en la actualidad, según datos de Citi. Stellantis, que está lanzando una serie de nuevos modelos, necesita abordar cuestiones más fundamentales, incluidos sus precios, márgenes y huella de producción, más temprano que tarde.
Además de los problemas autoinfligidos, están los males que causan estragos en la industria automovilística europea. Es cierto que Stellantis tiene ventas insignificantes en el altamente competitivo mercado chino. Pero el lento crecimiento en sus mercados principales y una transición incierta a los vehículos eléctricos ya presentan un riesgo sustancial de que el reinicio de Stellantis se detenga antes de que realmente comience.