Un primer paso para reparar los lazos entre Estados Unidos y China


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La visita de esta semana de Antony Blinken a China, la primera de un secretario de Estado estadounidense a Beijing desde 2018, representó un momento importante para la relación bilateral más fatídica del mundo. Pero aunque sus conversaciones arrojaron afirmaciones de “progreso”, los incidentes que siguieron sirven para subrayar que la rivalidad entre Estados Unidos y China sigue sin control.

Los sondeos iniciales de Beijing fueron bastante positivos. Xi Jinping, líder de China, declaró que las dos partes “hicieron avances y llegaron a un acuerdo sobre algunos temas específicos”. La reunión de cinco horas y media de Blinken con Qin Gang, el ministro de Relaciones Exteriores de China, produjo lecturas igualmente optimistas, y Qin dijo que Beijing estaba comprometido con una relación estable y predecible. Blinken destacó la importancia de “mantener abiertos los canales de comunicación”.

Tales declaraciones reflejaron el deseo de estabilizar la relación después de que EE. UU. derribara un supuesto globo espía chino que sobrevolaba el espacio aéreo estadounidense en febrero. Los esfuerzos diplomáticos estadounidenses han incluido una visita secreta a China en mayo de Bill Burns, director de la CIA.

Pero desde la visita de Blinken, varias señales sugieren que la sospecha mutua no ha disminuido. China respondió con indignación después de que Joe Biden, el presidente de los Estados Unidos, llamara a Xi “dictador” poco después de que Blinken abandonara Beijing. Las palabras de Biden fueron “extremadamente absurdas e irresponsables”, dijo el Ministerio de Relaciones Exteriores de China. Blinken, por su parte, expresó su preocupación incluso antes de partir de Beijing sobre las supuestas instalaciones de espionaje electrónico chino en Cuba.

Estas señales apuntan a las extremas dificultades para gestionar una relación plagada de competencia estratégica por Taiwán, que China considera parte de su territorio, y la guerra de Ucrania, teatro en el que el apoyo de Pekín a su “socio estratégico” Rusia lo sitúa en el lado opuesto. a la OTAN liderada por Estados Unidos. Entonces, ¿cómo deberían China y EE. UU. tratar de evitar que su relación se deteriore aún más de una manera que podría poner en riesgo un terrible conflicto de superpotencias?

Las respuestas requieren evaluaciones honestas, transparencia de ambas partes y, cuando sea posible, una disposición a premiar cualquier pequeña ganancia que se pueda lograr. En primera instancia, Washington y Beijing deben tener claro que su principal objetivo ahora es evitar que una mala relación se convierta en una catastrófica, lo que significa, simplemente, evitar la guerra.

Si hay algo positivo en la ausencia de confianza bilateral, es que tanto EE. UU. como China tienen la oportunidad de reconocer lo peligrosa que se ha vuelto su rivalidad. La tarea principal en este sentido es que ambas partes comuniquen claramente sus líneas rojas estratégicas y militares.

En el ámbito económico, EE. UU. debería ser mucho más claro acerca de su estrategia de “eliminación de riesgos” hacia China. La administración Biden habla de una política de “pequeño patio, cerca alta” para restringir el comercio y la inversión en áreas sensibles, limitando el alcance de tales restricciones, pero tratando de hacerlas impermeables. La dificultad es que muchas tecnologías tienen usos tanto civiles como militares, y Beijing considera que esos esfuerzos están destinados simplemente a frenar su desarrollo.

La Casa Blanca debería publicar una lista clara y completa de tecnologías a las que quiere restringir el acceso de China. Es probable que Beijing denuncie dicha lista, pero la eliminación de la ambigüedad permitirá con el tiempo que ambas partes se reajusten.

China y EE. UU. no deberían perder de vista la eficacia de las “pequeñas victorias”. Por ejemplo, no hay ninguna razón humana para que China se resista a ayudar a restringir el tráfico de fentanilo y sus precursores a los EE. UU., donde las sobredosis de fentanilo son una causa principal de muerte prematura.

Es posible que la visita de Blinken no haya aportado mucho en sí misma. Pero el hecho de que haya tenido lugar debería ser un punto de partida para los esfuerzos renovados de Washington y Beijing para estabilizar una relación que se ha estado desmoronando peligrosamente.



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