Un no, y luego la firma: en la era de los gigantes, Dikembe era el que daba miedo


La marca de Mutombo, el dedo índice movido tras negarle la canasta al rival, entró en la epopeya como icono del renacimiento de los centrales en los años 90: “Tuve que construir una firma especial para los momentos en los que dominaba el juego”

Ningún hombre podría entrar volando en la casa de Mutombo. Y pedir permiso era inútil, él siempre estaba ahí para decir que no, que por aquí no se puede pasar. “Cuando llegué a la NBA, los grandes delanteros pensaban que podían llegar al aro en todo momento. Tuve que hacerle entender lo contrario”. Así funcionaba en tierra de gigantes, hombres de otro tamaño, de fuerza sobrehumana, capaces de manejar la pelota de baloncesto con aires de batalla. También hubo furia y belleza en Dikembe Mutombo, en sus 218 centímetros hechos de músculos y elasticidad. Falleció a los 58 años, demasiado pronto, debido a un tumor cerebral. Fue uno de los jugadores que contribuyó a hacer de la defensa un espectáculo y del bloqueo un momento de anticipación colectiva. “Al principio estaba negando con la cabeza después de una cuadra. Pero entendí que debería haber construido un gesto, una firma especial para los momentos en los que dominaba el juego”. Lo cogió y agitó el dedo, gesto de profesor, de quien parece regañarte después de haberte pillado con las manos en la masa. Lo hizo épico.



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