Un arcoíris sonoro contra el estrés

Cuando escucho música en mis sueños, es hora de buscar mi viola nuevamente. El verano afuera está a la vuelta de la esquina y no quiero dejar de lado esos días libres todavía porque tan pronto como empiezo con la música, lucho contra la nueva temporada con todas las obligaciones que vienen a mí como un bloque. Incluso mis manos muestran cierta resistencia a las escalas necesarias porque también saben que después de semanas de agarrar rocas ásperas y escalar la montaña, encontrar habilidades motoras finas será un gran trabajo.

Sin embargo, gradualmente la estructura se desliza en los días y las partes orquestales ya no pueden esperar. En primer lugar, lucho rígidamente a través de la suite sinfónica de Rimsky-Korsakov. Sherezade y darme cuenta que estoy luchando más que jugando. Pronto pierdo la concentración y permito que mi cabeza se deslice hacia los reinos orientales del cuento de Las mil y una noches. Interrumpo el juego y camino hacia la librería para buscar las historias cuando mis ojos caen en el horario de ensayos al lado; Me levanto y me reconcilio de nuevo con la viola.

Unos días después, en la orquesta, noto que el parón vacacional sigue afectando a mis compañeros. Durante el ensayo, mi cabeza está demasiado en modo vacacional y mi sentimiento grupal se debilita: no puedo seguir el ritmo de las rápidas ideas musicales del director. Por suerte nos deja jugar. Sin embargo, ahora los violines se tropiezan con un loop, como resultado las flautas comienzan una fracción demasiado tarde, pero eso en realidad se debe a los contrabajos que deberían haber liderado esta frase. El conductor se detiene, busca las palabras pero al rato solo dice: „¡Me encanta el contrabajo!Y ahora haz que el grupo repita la misma frase en solitario. Luego apela al lenguaje poético de la música y deja sin nombre nuestros errores. Todos buscamos el tono de color adecuado. Como por una varita mágica, algo dentro de mí cambia y estoy completamente absorto en el sonido. De repente volvemos a ser un gran instrumento, el ritmo se aprieta y la historia de Sheherezade fluye junto con la música en un arco iris resonante que se eleva por encima de la orquesta.

Llego a casa diferente, miro mi calendario y no os asustéis de que tengo que ir directo al dentista, luego al próximo ensayo de música de cámara y luego, sin comer, correr directo a una reunión. Como si el sonido del arcoíris me protegiera del estrés, espero con ansias el mañana y lloro, me encanta violeta!

Ewa María Wagner es violista y escritor.



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