También es dentro de nosotros mismos donde debemos cavar para encontrar a ese líder que (no) creemos que somos


Antonella Baccaro (foto de Carlo Furgeri Gilbert).

F.La carrera de las mujeres es una carrera de obstáculos. Las dificultades objetivas son conocidas: el ostracismo permanente hacia las que aún están en edad de procrear, el retraso acumulado por las que se fueron a la licencia de maternidad, el prejuicio negativo sobre las cualidades de liderazgo, y pudimos continuar.

Más raramente, nos enfocamos en las barreras subjetivas que dificultan el desarrollo profesional.

Charlando con el jefe de personal de una gran empresa, supe que hay estrategias que las mujeres rara vez aplican cuando se entrevistan para un puesto más alto.

“Aquellos que son valientes y vienen a hablar conmigo en primer lugar son muchos menos que los hombres”, explica el reclutador. Con este significado que las primeras en pensar que no merecen un ascenso son las mujeres.

“Es una cuestión de falta de conciencia de las propias capacidades, es cierto. Pero por otro lado también es una cuestión de honestidad: muchas mujeres piensan que no tendrán el tiempo y la oportunidad de llevar a cabo una tarea más compleja«.

Los tiempos y las formas de trabajar siguen siendo, por tanto, un obstáculo objetivo, porque se modelan sobre una disponibilidad y una flexibilidad típicamente masculinas. O al menos siguen respondiendo a un modelo familiar en el que la mujer se ocupa sola de la casa.

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Sin embargo, hay otras situaciones en las que las trabajadoras que tienen el coraje de aspirar a algo mejor se boicotean. «Cuando les pregunto por qué debo promocionarlos -explica mi interlocutor- me dan una imagen de las cosas que saben hacer y de lo que ya hacen».

¿Y esto es un error? «Por supuesto, lo que me gustaría escuchar es lo que serían capaces de hacer en el puesto al que aspiran. Por ejemplo, si aspiran a un rol de coordinador, que me cuenten sus habilidades como líderes, motivadores, organizadores”.

Pero entonces existen estas cualidades? En una encuesta en la que trabajé junto con Ipsos-EY recientemente, surgió que son precisamente las propias mujeres las que no se reconocen como cualidades de liderazgoque en cambio atribuyen a los hombres con un amplio margen.

Por lo tanto, es también dentro de nosotros mismos donde debemos cavar para encontrar ese líder que (no) creemos que somos.

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