Taiwán todavía puede evitar el destino de Ucrania


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Xi Jinping cree que la historia avanza a su favor. Al visitar a Vladimir Putin en Moscú en marzo pasado, el líder de China le dijo al presidente ruso: “En este momento, estamos viendo un cambio no visto en 100 años y estamos impulsando este cambio juntos”.

Ese intercambio se escuchó en todo el mundo. Las palabras de Xi fueron vistas como un claro respaldo a la invasión rusa de Ucrania y una sugerencia de que China también pronto desempeñará su papel en “impulsar este cambio”. Las implicaciones para Taiwán fueron escalofriantes, dadas las amenazas de larga data de China de invadir la isla.

Esas amenazas de invasión vuelven, inevitablemente, a la agenda mundial tras las elecciones presidenciales taiwanesas de este fin de semana. En el período previo a la votación del sábado, el Partido Comunista Chino advirtió a los votantes de Taiwán que hicieran la “elección correcta” entre paz y guerra. Pero Taiwán tomó la decisión “equivocada”, según lo ve Beijing: elegir a Lai Ching-te, del Partido Democrático Progresista, a quien Beijing considera un separatista peligroso.

Existen algunas similitudes claras entre la peligrosa posición de Taiwán y la de Ucrania antes de 2022.

La primera es que tanto Putin como Xi consideran a Ucrania y Taiwán, respectivamente, como territorios que legítimamente pertenecen a su nación. La aceptación retórica de Putin de una Ucrania independiente no era sincera. Y el impulso para “reunificar” Taiwán con el continente es una política china de larga data.

El segundo vínculo es que tanto Putin como Xi sostienen que Ucrania y Taiwán carecen de autonomía real y están siendo utilizados como herramientas de un Estados Unidos hegemónico y agresivo. Por lo tanto, recuperar Ucrania/Taiwán como patria tendría un doble propósito. Cumpliría el destino histórico de Rusia/China. Y una invasión exitosa asestaría un duro golpe al poder global de Estados Unidos en dos escenarios clave: Europa y Asia. De ahí los cambios “no vistos en 100 años”.

La oportunidad de ser una figura histórica mundial seguramente es atractiva para un líder hombre fuerte. Y Putin y Xi encajan en ese molde de hombre fuerte. Los líderes ruso y chino han cambiado las constituciones de sus países para extender sus períodos en el poder, probablemente de por vida. Ambos hombres también han fomentado un culto a la personalidad e infundido miedo en quienes los rodean.

Putin disfruta intimidando a sus acólitos más cercanos ante la cámara y ha encarcelado, asesinado o exiliado a sus oponentes más peligrosos. Xi ha llevado a cabo repetidas purgas de los máximos dirigentes de China. Cuanto más tiempo estén en el poder, más probabilidades habrá de que los dos líderes reflexionen sobre su propio lugar en la historia.

Esa preocupación por la historia ha llevado a ambos líderes a centrarse en la Segunda Guerra Mundial. Putin ha fetichizado la victoria rusa en la “gran guerra patriótica” contra los nazis. Xi, al igual que Putin, reivindica un papel clave para China y el Partido Comunista en la derrota del fascismo.

Aunque insisten en que la historia avanza en su dirección, tanto Putin como Xi revelan cierta ansiedad de que los acontecimientos en realidad puedan estar moviéndose en su contra. La decisión del líder ruso de lanzar una invasión a gran escala de Ucrania en 2022 probablemente fue motivada, en parte, por el temor de que Ucrania se estuviera escapando irrevocablemente del alcance de Rusia. Si no actuaba rápidamente, corría el riesgo de ser considerado el zar que “perdió Ucrania”.

Existe un claro peligro de que Xi llegue a la misma conclusión sobre Taiwán. Después de ocho años de presidencia del PPD bajo Tsai Ing-wen, China esperaba que en las recientes elecciones el péndulo regresara al Kuomintang, más pro-Beijing. La victoria de Lai sugiere que, por el contrario, el PPD es ahora el partido natural de gobierno de Taiwán.

Esto tiene sombrías implicaciones a largo plazo para las aspiraciones de China. El creciente número de taiwaneses que se identifican principalmente como taiwaneses, no chinos, también es una tendencia preocupante para Beijing. Una vez más, existen paralelismos obvios con Ucrania, donde el creciente énfasis en la cultura ucraniana ofendió y alarmó a los nacionalistas rusos.

¿Pero eso significa que Xi eventualmente decidirá que tiene que seguir el ejemplo de Putin y usar la fuerza para lograr sus ambiciones personales y nacionales?

Los costos catastróficos que Rusia ha pagado por su desafortunada invasión seguramente harán reflexionar a Xi. Los funcionarios chinos a veces argumentan que sus propias fuerzas son mayores y más formidables que las de Rusia. Pero Putin tenía a su disposición un ejército curtido en la batalla, que había utilizado con éxito en Siria, Georgia y Chechenia. China no ha ido a la guerra desde 1979, y los máximos dirigentes de su ejército han sido purgados repetidamente por presunta corrupción.

También hay una diferencia crucial en la posición de Estados Unidos. El gobierno estadounidense apoyó la independencia de Ucrania, pero el presidente Joe Biden dejó claro que Estados Unidos no iría a la guerra para defender el país. Con Taiwán, las posiciones se invierten. Estados Unidos no reconoce la independencia de Taiwán y reiteró esa posición después de las elecciones de este fin de semana. Pero Biden ha dicho repetidamente que Estados Unidos lucharía para defender a Taiwán.

Y luego está la geografía. Rusia pudo invadir Ucrania a través de una frontera terrestre y aun así quedó estancada. China tendría que intentar una invasión anfibia, lo cual es mucho más difícil.

No obstante, Estados Unidos cree que Xi ha dicho a sus fuerzas que estén listas para invadir Taiwán para 2027. La tarea de Taiwán y Estados Unidos es asegurarse de que, cuando llegue esa fecha, Xi decida que todavía es demasiado arriesgado invadir. Es posible que el líder chino nunca vea los “cambios no vistos durante un siglo” con los que sueña.

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