La explicación estaría en el modelo de dilución de recursos: los hermanos compiten por el tiempo, la energía y los recursos financieros de los padres y, por tanto, cuantos menos, mejor. En Italia, con tasas de natalidad récord, dar a luz a un niño es, en este sentido, un desafío. Sin embargo, una vez que nace el primero en el mundo, muchas parejas se preguntan: ¿darles un hermano o una hermana o no? Algunos soñaron con una familia numerosa y no tienen dudas, otros cambian de opinión. Otros optan por empezar de nuevo "no te dejes solo" el primer hijo. O, incluso, porque después del macho quieren una hembra, o viceversa. Entre la presión social y las preguntas inapropiadas ("cuando haces el segundo?") y la conciencia del esfuerzo económico y logístico que supone criar a más de un hijo, la cuestión sigue abierta para muchas familias. Entre el llamado síndrome del hijo único, según el cual sería mimado, egoísta y solitario, y el cliché de la rivalidad entre hermanos, intentemos examinar los pros y los contras de las distintas opciones.

Porque los dueños de mascotas son más "popular" de los padres? Es el título de un artículo de The Guardian firmado por Nell Frizzell. ¿La respuesta? Los perros y los gatos “son más aceptables socialmente que los niños porque simplemente son más fáciles de querer”. Incluso en Italia, las casas están abiertas para los peludos y las cunas quedan vacías para los niños: además, cuanto más niños nacen, menos perros son bienvenidos en la casa, y viceversa. Entonces, ¿hay una correlación?

De moralidad a moralidad y viceversa

De Gigliola al Maneskin y viceversa