Hay un efecto dominó, una onda expansiva que va más allá del individuo. Cuando una mujer deja su trabajo, no sólo pierde su estabilidad económica, sino que también reduce la diversidad y el equilibrio de género en el mercado laboral. Las empresas, a su vez, suelen ofrecer menos contratos estables a las mujeres, percibidas como más “en riesgo” de dejar el trabajo por motivos familiares.

Los rencores, las injusticias sufridas o percibidas, los errores transforman la distancia necesaria en una ruptura. ¿Por qué pasó esto? “En nuestra sociedad, muchas veces es fuente de sufrimiento porque todavía se concibe como un pequeño sistema jerárquico, regido por la lógica del poder”, dice la psicoterapeuta.