El papel de las mascotas, especialmente perros y gatos, en nuestras familias y, más en general, en nuestra sociedad es a menudo un tema de debate. Sobre todo porque tanto los dueños de mascotas como los sociólogos, e incluso el Papa, correlacionan el amor que une a humanos y mascotas con el que une a padres e hijos. Y, de ahí, la cada vez mayor presencia de amigos peludos en hogares con una tasa de natalidad en descenso. El tema está en el centro de una investigación en profundidad que destaca, en particular, cómo cambia la percepción según la generación del propietario.

La explicación estaría en el modelo de dilución de recursos: los hermanos compiten por el tiempo, la energía y los recursos financieros de los padres y, por tanto, cuantos menos, mejor. En Italia, con tasas de natalidad récord, dar a luz a un niño es, en este sentido, un desafío. Sin embargo, una vez que nace el primero en el mundo, muchas parejas se preguntan: ¿darles un hermano o una hermana o no? Algunos soñaron con una familia numerosa y no tienen dudas, otros cambian de opinión. Otros optan por empezar de nuevo "no te dejes solo" el primer hijo. O, incluso, porque después del macho quieren una hembra, o viceversa. Entre la presión social y las preguntas inapropiadas ("cuando haces el segundo?") y la conciencia del esfuerzo económico y logístico que supone criar a más de un hijo, la cuestión sigue abierta para muchas familias. Entre el llamado síndrome del hijo único, según el cual sería mimado, egoísta y solitario, y el cliché de la rivalidad entre hermanos, intentemos examinar los pros y los contras de las distintas opciones.