STAKE, como casi siempre, pateó muy fuerte con cuero: ‘The Sea Is Dying’ – o: cuánta energía amenazante y suspenso escrotal constrictor de venas varicosas puedes poner en unos pocos golpes de tambor. La puerta no estaba en la casa, estaba en la parte de atrás del jardín en alguna parte.
La banda se veía bien allí en ese Club repleto. Brent Vanneste usó un overol naranja para la ocasión: parecía el único basurero que trabaja los sábados, pero de una manera muy cool. Después de ‘The Sea’ siguió felizmente en esa línea: ‘Doped Up Salvations’, un ‘Dickhead’ casi swinger, un ‘Return of the Kolomon’ fantástico (buen título, por cierto).
Luego, un anuncio de servicio en el medio: ‘Lanzaremos un nuevo disco en septiembre. Y siéntete libre de venir a uno de nuestros conciertos en otoño, WAADDAAAAAFUUUCCCK.’ Cantó la última canción mientras hacía crowdsurf en un colchón de aire rosa: ese tipo de actuación, sí. Corto, conciso, todo.