Bart Eeckhout es comentarista principal de La mañana.
“La elección más importante del año”, como la llama la revista británica los economistas las urnas de este domingo en Turquía. Eso también podría ser cierto. Los turcos elegirán un nuevo parlamento y un nuevo presidente este fin de semana, y existe una posibilidad muy real de que el líder autocrático Recep Tayyip Erdogan y su partido sean expulsados del poder.
La esperanzadora perspectiva de redemocratización en Turquía después de años de autocratización es la primera razón por la que las elecciones son tan importantes para los turcos y para el mundo occidental. Una segunda razón es puramente geográfica. Incluso más de lo que siempre ha sido el caso, Turquía se encuentra en un punto crucial en nuestra parte del mundo. No solo es el umbral entre Oriente Medio y Occidente, sino que también en vista de la guerra en Ucrania, Turquía ocupa un lugar estratégico crucial en el Mar Negro. Un país que vuelve a mirar a Europa con la mente abierta y se presenta como un aliado leal dentro de la OTAN es un interlocutor más seguro que la Turquía de Erdogan de los últimos años.
El botín aún no está disponible, pero la ventaja del retador Kemal Kilicdaroglu da esperanza de un cambio en el país. Perder ante Erdogan sería un impulso para todos aquellos que valoran la democracia liberal. Las autocracias electorales, como la que se estaba convirtiendo en Turquía bajo Erdogan, parecían suprimir el estado de derecho democrático en toda regla en todo el mundo, desde India hasta Hungría y Rusia. En algunos análisis sombríos, parecía una ley de la naturaleza que los sistemas democráticos frágiles deben languidecer bajo la presión autoritaria. Si la oposición turca unida lo logra, sería una fuerte evidencia de que las democracias son capaces de sobrevivir después de todo.
Esa sería una excelente noticia, pero aún se requiere algo de sobriedad democrática. Si Erdogan es despedido, no será principalmente porque los turcos estén sedientos de más libertad de expresión, más libertad política o un poder judicial más independiente. Es porque el presidente y sus acólitos han hecho un lío gigantesco de la economía nacional. La hiperinflación en particular, con aumentos de hasta el 40 y hasta el 80 por ciento anual, está teniendo un gran impacto en los presupuestos de los hogares. Erdogan, con elecciones políticas idiosincrásicas, tiene una gran responsabilidad política por esta miseria económica. Lo mismo se aplica al impacto del terremoto de febrero, que fue más severo de lo que podría haber sido, en parte debido a la política de construcción propensa a la corrupción en el país.
Para los turcos, pero también para nosotros en Occidente, una salida democráticamente forzada de Recep Erdogan sería algo bueno. Pero también crea expectativas y responsabilidades. Si Turquía vuelve a acercarse a la Unión Europea, la UE también tendrá que responder abiertamente a ese gesto. Esta será una prueba de la apertura europea en un momento en que los vientos chovinistas y proteccionistas están creciendo. Sin embargo, no hay otra opción que la cooperación. De lo contrario, los robots meteorológicos pronto seguirán.