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Si hay un partido que estará contento con el “pacto campesino” logrado es el N-VA. Porque el partido líder en el gobierno flamenco puede esperar que la paz vuelva a las arterias de la economía flamenca, pero sobre todo porque recientemente el partido ha estado en el punto de mira de las protestas agrícolas. En las últimas semanas, el N-VA intentó desviar la resistencia al nivel europeo, pero quedó cada vez más claro que los agricultores que se manifestaban en Flandes apuntaban efectivamente a la política flamenca. El Ministro de Medio Ambiente, Zuhal Demir (N-VA), es mucho más la cara visible de esta política desconfiada que el Ministro de Agricultura, Jo Brouns (CD&V).
En las últimas semanas, ha llegado la hora de la venganza para CD&V, socio de la coalición. El partido se queda, no equivocadamente, con la idea de que el N-VA del Ministro Demir ha hecho más difícil de lo necesario para los agricultores apuntar al pilar CD&V y al Sindicato de Agricultores con su política de nitrógeno. Al devolver el balón a los movimientos de la naturaleza, el N-VA de repente pudo defenderse de las críticas de que favorece a Natuurpunt.
Una visión más profunda muestra que la polarización entre naturaleza y agricultura es exagerada. “No somos diametralmente opuestos a la naturaleza, como algunos quisieran encuadrarnos. Incluso podemos ser socios. El problema es que hoy el agricultor no tiene perspectiva”, afirma Hendrik Vandamme, del Sindicato General de Agricultores, en un artículo especialmente revelador sobre la lucha por el espacio en Flandes. Parece que no es la compra de tierras agrícolas por parte de movimientos naturales lo que hace subir el precio de la tierra, sino otras formas de privatización. Cabe mencionar entonces la palabra “apropiación”, cuando los espacios agrícolas abiertos son tomados por propietarios privados que construyen establos para caballos o grandes jardines.
Con el “pacto campesino” no es posible más que un alto el fuego temporal, literalmente hasta las elecciones municipales de octubre, pero el N-VA se sentirá aliviado de que la atención se desvíe nuevamente de las potencias flamencas. Todo tipo de luchas –incluido el difícil compromiso sobre la subvención a los coches eléctricos– confirman la imagen de un gobierno flamenco que actúa nerviosamente y del que se ha derretido toda coherencia. Mientras que el N-VA había entrado en el año electoral centrándose en la “prosperidad flamenca”, posicionándose como alternativa a la política federal de Vivaldi, también para sacar de escena a su competidor VB.
La gran vulnerabilidad del gobierno federal -su inestable política presupuestaria- quedó una vez más expuesta esta semana. Según la Oficina de Planificación, el estado se dirige a un déficit presupuestario de la asombrosa cifra de 39 mil millones para 2029 si la política permanece sin cambios. Por supuesto, esa no es la intención, pero la tarea de reestructuración del próximo gobierno será inmensa. Según las nuevas normas europeas, Bélgica tendría que recortar alrededor de 27 mil millones de su déficit en los próximos siete años. Una tarea casi imposible ante lo que se nos viene encima. Los crecientes costos del envejecimiento, el cambio climático y las tensiones internacionales obligarán a los gobiernos a realizar nuevas inversiones.
Esta sombra geopolítica internacional se cierne cada vez más sobre la campaña electoral. No pasa un día sin que otro experto advierta cuán inciertas se han vuelto nuestra seguridad y prosperidad. Rusia, China, unos Estados Unidos en declive: el peligro llega repentinamente de todas partes.
Las declaraciones amenazadoras del favorito republicano a la presidencia, Donald Trump, sobre Rusia y la OTAN han subrayado una vez más que los países europeos, incluida Bélgica, tendrán que invertir mucho más en defensa nacional. Esa perspectiva hace que las habituales promesas de campaña sobre esto y aquello sean bastante inútiles. ¿Se convertiría “la guerra” en un tema de campaña después de todo?