El 4 de diciembre, Bossuyt recibió una propuesta de suspensión de dos años por parte de la agencia antidopaje francesa AFLD. Según Bossuyt, la AFLD coincide con su afirmación de que se trata de una ingestión no intencionada de la sustancia prohibida. Según Bossuyt, al no poder demostrarse la fuente de la contaminación, falta el marco jurídico para una pena reducida.
Bossuyt respondió a la suspensión por primera vez el jueves. “Sin humanidad ni matiz alguno, y sin consulta alguna”, dijo en una publicación en las redes sociales. También afirma saber de dónde proviene la contaminación, pero no hay informes oficiales que lo corroboren.
La prueba de dopaje positiva de Bossuyt se produjo unos meses después de una prueba de dopaje positiva realizada por el ciclista de ciclocross Toon Aerts, quien fue sorprendido usando el mismo producto. Ambos deportistas afirman que la prueba positiva es resultado del consumo de leche contaminada.
Se encontraron aproximadamente 1,8 nanogramos/ml (0,0018 mg/ml) de letrozol en la orina de Shari Bossuyt. Bossuyt y su manager Yannick Prevost se defienden afirmando que esto es insuficiente para lograr un efecto de mejora del rendimiento. Una afirmación que, según Bossuyt, ha sido desestimada «por sospechas» por el profesor francés Martial Saugy, consultado como experto por la AFLD en esta historia.
“Soy una chica de 23 años que logró convertir su afición en su profesión”, escribe Bossuyt. “No soy un pecador de dopaje y nunca lo he considerado ni por un día. También seguiré repitiendo esto hasta que un día todo se haga realidad”.
Bossuyt acepta la suspensión porque no tiene el valor ni los recursos para apelar. “Mi sueño olímpico está hecho añicos y cada día tengo que andar con la etiqueta de pecador por dopaje. Es casi imposible de llevar”, afirma Bossuyt.